Contra Sandino en la montaña (fragmento)Manolo Cuadra
Contra Sandino en la montaña (fragmento)

"¡Cristo! Estaba descubierto. Cogió el revólver. Una detonación llenó la noche cuando él siguió corriendo. Algo húmedo le bajaba por la espalda. ¿Estaría herido? Su carga disminuía y pensó que uno de los recipientes había sido agujereado. Detrás de él los perseguidores eran ya muchos, y una docena de ries ladraba venenosamente. Sentíase mareado. Debía ser el hígado, que venía molestándole desde hacía algunos días. El cirujano le había prohibido los ejercicios violentos. El hígado, el hígado...
Dichosamente, ya llegaba. Pero sus piernas temblaron, inútiles. Las luces de la fortaleza parpadearon en maliciosos guiños y todas las cosas a su alrededor atacaron un chárleston endiablado. Ya sólo tuvo una conciencia claudicante de su yo resbalándose torpemente a través del tiempo. Manos expertas que investigaban el pecho adolorido, envueltos en sábanas blanquísimas. Olor incisivo de antisépticos, y mujeres que levitaban silenciosas, silenciosas. Qué más? Encima suyo, soles circulares y una amplia luz cegadora.
Después, los nombres de muchos lugares que apenas podía comprender: Corinto, Balboa, etc. Otra vez sábanas blancas, hasta que, después de miles y miles de horas todas parecidas, un nombre, un nombre adorado que era para él la clave de todo aquello: Illinois.
Una muchacha verdaderamente bonita salía en aquellos instantes de la gran casa anunciadora, en Hornsville. A su lado, una compañera con cara de mecanograsta.
–Ya no puedo con tanta carne, pero mi sopa de espárragos, –exclamó la muchacha verdaderamente bonita.
Harry se lanzó sobre ella:
–¡Oh, Betty, Betty! Aquí estoy.
Se abrazaron frente a los transeúntes asombrados. "



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