Historia cómica de los estados e imperios del sol (fragmento)Savinien Cyrano de Bergerac
Historia cómica de los estados e imperios del sol (fragmento)

"Porque realmente no podéis imaginar los favores que el Sol hace y dispensa a todos vuestros pequeños globos. Sólo este vallezuelo reparte tan gran número de bienes por todo el Universo que sin ellos no podríais vivir ni ver la luz del día. Me parece que aunque sólo hubieseis visto esta región del Sol era ya suficiente para sentiros obligado a declarar que este astro es vuestro padre y el autor de todas las cosas.
Como estos cinco ríos vienen a desembocar dentro del lago, no corren más que quince o dieciséis horas, y a pesar de ello, al llegar aquí parecen tan cansados que ya apenas pueden moverse, y demuestran su cansancio de muy distinta manera. Así, el río de la Vista se estrecha a medida que se acerca al estanque del Sueño; el del Oído, en su desembocadura se confunde, se desvía y pierde su cauce; el del Olfato canta con un murmullo semejante al que produce un hombre cuando ronca; el del Gusto, desazonado por el camino, se hace completamente insípido; y el del Tacto, antes tan poderoso que nutría a todos sus compañeros, ahora se reduce a esconderse en su morada. Por su parte, la ninfa de la Paz, que vive en medio del Lago, recibe a sus huéspedes con los brazos abiertos, los acuesta en su cama y los arrulla con tanta delicadeza que, para que se duerman, ella misma se encarga cuidadosamente de mecerlos. Después que se han confundido de esta manera con tan dilatado lago, se ve que por la otra orilla de éste salen, dividiéndose en cinco riachuelos que al salir vuelven a recibir los mismos nombres que habían dejado al entrar. Pero los más rápidos en partir y los que parecen arrastrar a sus compañeros para ponerse en camino son el del Oído y el del Tacto; los otros esperan a que éstos los despierten, y especialmente lo hace así el del Gusto, que siempre se queda detrás de todos.
La negra concavidad de una gruta se aboveda por encima del lago del Sueño. Muchas tortugas, con pasos muy lentos, se pasean por sus orillas; muchas flores de adormidera comunican al agua, con mirarse en ella, la virtud de adormecer; hasta se ven muchas marmotas, que llegan desde más de cincuenta leguas hasta el lago, para beber en él; y el rizadillo de la ola es tan encantador que parece que roce con cuidado las piedras y mesuradamente intente componer una música adormecedora.
El sabio Campanella creyó sin duda que iban a alcanzarme los efectos de estas aguas, por lo cual me aconsejó que apresurase el paso. Yo le hubiese obedecido; pero los encantos del agua me habían envuelto de tal modo la razón que casi no me quedó la suficiente para entender sus últimas palabras, que fueron: «Dormid, pues, dormid; os dejo, porque los sueños que se tienen aquí son tan perfectos que algún día estaréis muy contento de poder recordar el que ahora vais a tener. Yo, sin embargo, pienso distraerme visitando algunas maravillas de este lugar, y luego volveré a buscaros». Creo que no me dijo nada más; o si no fue así, los vapores del sueño me habían ya puesto en trance de no poderle escuchar.
Estaba yo soñando el más sabio y bien ordenado sueño del mundo, cuando vino mi filósofo a despertarme. Ya os contaré yo lo que soñé, cuando mi relato no interrumpa el hilo de mi discurso, pues es muy interesante que lo sepáis para que conozcáis con cuánta libertad obra el espíritu de los habitantes del Sol mientras el sueño cautiva sus sentidos. "



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