Aprendizaje y heroísmo. Grandeza y servidumbre de la inteligencia (fragmento)Eugeni D'Ors
Aprendizaje y heroísmo. Grandeza y servidumbre de la inteligencia (fragmento)

"Pero no todo ha de ser jugar a Nacimientos y no todo ha de ser abrir ojos maravillados a los resplandores del espíritu y a los resplandores de la tierra. Bien está el maravillarse, pero está mejor el comprender. Siga, al escuchar las cosas y al dejarse blandamente penetrar por ellas, el duro estudiar. -Hijo mío, ya sabes leer, ya eres un colegial, ya eres un Estudiante. Un peligro te espera y espera, sobre todo, a tus maestros y directores. A éstos quisiera ahora hablar mejor que a ti.
El arte de ayudar y guiar a los estudiantes se llama Pedagogía. Y el peligro de la Pedagogía está, como el de tantas cosas, en la ideología romántica. Todo un siglo ha padecido bajo su poder. Desde Rousseau hasta Spencer, y aún más tarde, ella ha impuesto, en la obra de enseñanza, con la superstición de lo espontáneo, la repugnancia a los que hemos llamado, desdeñosamente, “medios mecánicos”, o “medios librescos”, y sensibleramente, “medios fatigosos” de aprender. Se dice que esta pedagogía viene ya del Renacimiento. Pero hay aquí, me parece, algún error. Casi nada es, en el siglo XIX, continuación del Renacimiento. Rousseau abre un ciclo mental, no ya distinto, sino contrario al iniciado por Rabelais. Hay en el gran libro de éste un admirable capítulo en que se contiene toda su doctrina pedagógica, aquel capítulo matriz sobre la reforma de la educación de Gargantúa. Lo que le da sentido es su exaltación del esfuerzo, de la tensión en cada hora, en cada minuto, su espíritu de voracidad, de gula intelectual, característicos del humanismo. ¿Qué tiene que ver romanticismo con humanismo? Comparemos el espíritu heroico de la educación y del aprendizaje que estalla magníficamente en el Gargantúa, con las blanduras del Emilio rousseauniano, de donde ha salido la ralea infinita de las blanduras modernas: claramente podremos ver que en estas últimas hay ya un principio de retorno a la sensualidad viciosa, oprobio de los primeros maestros del Gigante y de que le redimieron sus nuevos maestros renacentistas.
Los psicólogos, al estudiar los hechos de la vida mental, han reconocido ya en muchos de ellos, no una sucesión de dentro a fuera, sino de fuera a dentro. Quiere esto decir que su origen no se encuentra en la misma mente, sino en lo exterior, en el corporal movimiento, en el gesto, en la actitud. Entonces aquellos afirman que el fenómeno de que se trata tiene un origen periférico. Así, en la teoría de las emociones, se ha popularizado ya la aparente paradoja de que no lloramos porque estemos tristes, sino que estamos tristes porque lloramos. Así, en la cuestión de la creencia, la intuición formidable de Blas Pascal alcanzó ya a aquel “¡Lo primero, tomar agua bendita!“, a que podría darse forma análoga a la anterior, diciendo que no tomamos agua bendita porque creamos, sino que creemos porque tomamos agua bendita. Así también, en lo que se refiere a la adquisición de conocimientos, múltiples hechos alegados por los hombres de ciencia nos conducen a la tesis de la prioridad del conocimiento sobre el interés; porque es caso demostrado que, para que el interés se despierte por algo, es ya necesario, como previa condición, algún conocimiento de lo que llega a interesar; no siendo acaso el interés, sino la traducción afectiva de aquel conocimiento. "



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