Retrato de una bruja (fragmento)Luis de Castresana
Retrato de una bruja (fragmento)

"Ana le contemplaba con angustiada expectación, preguntándose qué vendría tras aquel inesperado prolegómeno. ¿Acaso... acaso iba a hablarle de su boda, de la conveniencia de que contrajese matrimonio? ¿Tal vez doña Engracia y su marido habían ido a visitarle y...? El pensamiento casi la hizo tambalear.
Contuvo la respiración, procurando no agitarse.
—Llevo ya varios días pensando en todo esto —prosiguió don Santiago—. Supongo que a ninguna mujer le gusta quedarse para vestir santos. Sé que no eres feliz conmigo. No, no me interrumpas. Al fin y al cabo, a tu edad, es lógico que esta vida de soledad te resulte monótona. En cuanto a mí, soy viejo y mi salud empeora. Nada consigue aliviar el frío que se me mete muy adentro en los huesos.
Calló un instante y añadió:
—Sé que me queda poco tiempo de vida. Ana hubiera querido tener valor para consolarle, para ponerle cariñosamente una mano en el hombro y decirle que no pensase en la muerte, que cumpliendo las indicaciones del licenciado Egaña y procurando no irritarse constantemente, tal vez pudiera recobrar poco a poco su salud. Y ahora, con la venida del buen tiempo, con el sol radiante que todo lo iluminaba y calentaba...
Pero no hizo ni dijo nada.
Continuó inmóvil y ruborizada, notando cómo el corazón le saltaba en el pecho. «Doña Engracia y su marido le han hablado. Le han convencido. Sabe lo de Martín. No se opone», pensó confusamente. Y suspiró en silencio: «¡Dios mío, Dios mío!»
Don Santiago se inclinó levemente para acariciar la cabeza del perro.
—Supongo que ya has comprendido lo que quiero decirte. Vas a casarte, Ana.
—Sí, padre.
Tuvo deseos de ir hacia él, de sentarse a sus pies, junto al perro (ya no tenía miedo del animal, ya no tenía miedo de nada ni de nadie) y coger las manos de don Santiago y acariciárselas y calentárselas entre las suyas jóvenes y cálidas.
—Quiero que la torre siga unida a mi apellido —continuó diciendo don Santiago —. Quiero que siempre more entre estos muros un varón de mi sangre. Mi hermano vendrá mañana por la tarde y entonces decidiremos y concretaremos los detalles. Creo que su hijo Eloy estará de acuerdo. En ti y en él se unirán nuestras fortunas y nuestra sangre; el señor de la torre será un miembro de la familia. Al parecer, en estos casos es necesaria una dispensa a causa del parentesco, pero no creo que el asunto ofrezca mayor dificultad.
Don Santiago continuó hablando, pero Ana ya no le oía. "



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