El ojo del alma (fragmento) "Primeros meses del año 1974. Días para dejar pasar en silencio, mirando de reojo la aparente tranquilidad de las calles; la temerosa quietud de la gente que va aprendiendo a disponer sus palabras de acuerdo a la música marcial que se escucha por todas partes. Silencio que se usa como salvoconducto, entre los límites del toque de queda y los bandos que van normando la vida hacia un orden de botas y patriotismo de utilería. El miedo que se dejó caer desde los cielos seguía en el aire como un buitre insatisfecho, y al contrario de lo que pensaban los optimistas, en vez de terminar se acrecentaba, de un grito a otro, oscuro, adherido al murmullo cotidiano, mientras el carrusel del horror giraba en las sombras, implacable. Llegué a la Facultad para vivir el primer día de clases y, desconcertado, como la mayoría de los novatos que paseaban por los pasillos, miré de un lado a otro buscando alguna señal que me orientara. Los vetustos muros contenían el eco bullicioso de los estudiantes y después de la falsa conferencia impartida por un alumno de los últimos años, salimos al patio a estirar las piernas y tomar el sol, mientras nos habituábamos un poco más a ese lugar que sería el punto habitual de encuentro. Lo conocí en el casino de la Facultad, mientras hacía cola para comprar un café. Vestía pantalones grises y chaleco amarillo; se colocó detrás de mí y luego de sonreír me preguntó si podía convidarle a un cigarrillo. Tomó uno de los cigarrillos que le ofrecí y lo miró un instante, antes de llevarlo a sus labios y de aguardar a que lo proveyera del fuego súbito de mi encendedor. " epdlp.com |