Cabaret Catalán (fragmento)Nèstor Luján
Cabaret Catalán (fragmento)

"Lluís le dijo, retomando las ideas de su padre:
—Yo creo que sin la menor duda han montado un plan estratégico. Han dispuesto de tiempo y tiempo para confeccionar sus planes minuciosamente. Me consta que hace una semana un amigo mío de Acció Catalana fue a visitar al conseller Dencás, y éste tenía sobre la mesa unos planes muy detallados que discutía con dos o tres colaboradores. Supongo que, como dice mi padre, el primero será ocupar la Telefónica, las estaciones de ferrocarril, controlar los túneles del metro y sobre todo tomar las Atarazanas, donde parece que hay gran cantidad de armas y municiones, y también el parque de artillería de San Andrés. Han de atacar todos los regimientos a la vez. Deben de ir escasos de armamento.
—De armamento, y de hombres para ir armados —observó con circunspección Esteve Randé—. Todo esto que dices es cierto, pero exige un esfuerzo lógico y coherente, una disciplina de hierro y una oficialidad que sepa lo que se lleva entre manos. Me temo que la iniciativa la tomará el ejército, si es que lo cree necesario. Ocupar la Telefónica debe de ser fácil, pero un cuartel como las Atarazanas exige un buen plan y unos hombres muy decididos. Piensa que todos los cuarteles de Barcelona, incluido el de la Guardia Civil, están más que avisados. Si, como parece, se ha proclamado estado de guerra en toda España, los regimientos deben de tener sus planes de defensa tan estudiados como su actuación en la calle. Yo creo que es mucho más fácil que el general Batet tome la Generalitat que por el contrario las fuerzas de Dencás se apoderen del antiguo edificio de Capitanía o del Gobierno Militar. Además, por lo que he oído, no es todo un pueblo el que se alza, sino unas organizaciones independentistas que hasta ahora en las urnas han sido minoritarias y tampoco disponen, sino más bien al contrario, dada la persecución de Dencás por los anarquistas, de la masa sindicalista. No veo tan claro que se reúna una fuerza suficiente para atacar al ejército y a la Guardia Civil, que no creo que se quiera oponer al ejército.
Mary habló por primera vez. Estaba muy inquieta, primero por la ausencia de sus hijos y después porque sabía perfectamente por su amiga Fernanda que los militares estaban muy bien organizados, totalmente decididos a dar soporte al gobierno central y tenían un plan estratégico para ocupar la ciudad si era necesario. También estaba enterada de que la Guardia Civil había hecho saber hacía ya muchas horas al conseller Dencás que no podía contar con ella, y que éste se lo había callado y, finalmente, conocía que si hubiera necesidad los regimientos de Mataró, o el regimiento de infantería de Granollers, trasladarían destacamentos a Barcelona. Así pues, con la aparente falta de decisión y energía, que era su secreta actitud ante la vida, dijo: —Todo esto que dices, Lluís, es absolutamente cierto. Como he dicho antes y lo repito ahora para que lo sepa el señor Esteve, la guarnición de Barcelona está acuartelada desde hace horas. Saldrán los efectivos que están previstos para controlar la situación y no hace falta decir que la situación es más que precaria con el president Companys y el gobierno de la Generalitat encerrados en la ratonera del Palau.
Volvió don Francesc bastante irritado, que era el estado casi automático que le dejaba pensar en libertad.
—No he podido hablar con Londres, pero me han prometido ponerme la conferencia. En cambio, sí que he hablado con Felip, que estaba en el local de la Olga del paseo de Gracia. Me ha informado de que hace unos momentos se ha proclamado el estado de guerra. En la misma plaza, ante la Generalitat, se ha querido clavar el bando proclamando el estado de guerra. Los militares han sido hostigados por los mossos d’esquadra y la gente armada que permanecía aún en la plaza se ha desvanecido como en un sueño. También me ha dicho que un tal capitán Suárez con sus soldados ha ido a fijar en la fachada del palacio de la Generalitat este bando de declaración del estado de guerra y ha tenido unas palabras bastante agrias con el comandante Pérez Farras, que manda a los mossos d’esquadra. Casi al mismo tiempo se han oído unos disparos, que han causado la muerte prácticamente inmediata del capitán Suárez. Esto es la culminación de las aberraciones de esta fatídica tarde. Es la rebelión al precio de la sangre de un hombre que no hacía más que cumplir con su deber. Por mucha serenidad que tenga Doménec Batet, ahora se le presenta no tan sólo el problema de desarmar a los escamots, que al parecer poca resistencia opondrían, sino de tomar, a cañonazos si hace falta, el Palau de la Generalitat. La desproporción de fuerzas es evidente.
Esteve, que era hombre de lectura, sentenció, lapidario:
—Como dijo un gran capitán francés del siglo XVII, que a la vez era un gran escéptico: «Dios está extraordinariamente a favor de los grandes escuadrones contra los pequeños.» Y ahora, con esta actuación tan hostil, han obligado al general Batet a armar la de Dios es Cristo. Quizá sea mejor que este disparate acabe pronto. Según su energía y decisión, Batet puede ahorrarnos unas jornada de sangre y tal vez una guerra civil. "



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