El alma de los peces (fragmento)Antonio Gómez Rufo
El alma de los peces (fragmento)

"Bruno Weiss pidió permiso al padre de la muchacha para que, aprovechando los días de la travesía, su hija lo acercara a los fundamentos de su religión, asegurando que él, siendo católico, albergaba serias dudas teológicas que tal vez pudiera resolver en la nueva creencia; y el reverendo, lo que no dejó de resultar desconcertante dada la celebrada agudeza de los siervos del Señor para encontrar pecado hasta donde no lo hay, accedió de buen grado, tal vez pensando que, reconvertido, el joven caballero austríaco podía ser un buen partido para una hija que, Dios le perdonase, no le había crecido hermosa. Sea como fuere, el hecho fue que las lecciones empezaron impartiéndose en cubierta y terminaron unos días más tarde en el camarote del austríaco, de donde la joven salió tan desfavorecida como había entrado, pero con mucho menos que ofrecer a un marido en el improbable caso de que lo encontrase. Vanessa, como le había sucedido a Anita, tampoco pareció sorprenderse de los ímpetus del joven austro húngaro, ni lloró por haber fracasado en sus esfuerzos por arrastrarle hacia la verdad religiosa que profesaba. Se limitó a sonreír al joven y a mirarlo desde aquel día, hasta que desembarcó, con los ojos de un colegial a un pastel de nata que no estará nunca a su alcance.
En cubierta, Bruno Weiss se citaba todos los días con un viejo marinero noruego de nombre Nikolaj con el que simpatizó desde el primer día. Era un hombre corpulento y sensible que compartía con él ideas escépticas acerca de la sociedad, desprecios por la naturaleza humana y nuevas filosofías destructivas. Buen conocedor de la saga de Egil Skallagrimsson, el poeta y campesino medieval islandés creador de la lírica escáldica escandinava, así como de las viejas leyendas nórdicas, Nikolaj había navegado por todos los mares tras la captura de bancos de peces y en pos de la supervivencia; y ahora, que ya era inservible para el oficio de la mar, por edad y por fuerzas, viajaba en aquel barco siempre que emprendía cualquier travesía, y en él vivía a cambio de informar al capitán todas las mañanas del estado de la mar, de los cielos y de las predicciones meteorológicas del día, en lo que jamás se equivocaba. "



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