El vampiro de Ropraz (fragmento)Jacques Chessex
El vampiro de Ropraz (fragmento)

"Favez no esperaba esta visita. Está de pie, tenso, en sus facciones se pinta el asombro receloso de los presos dispuestos a defenderse de un golpe, de un maltrato. La mujer se acerca, le mira de la cabeza a los pies y luego le mira de hito en hito. Así que éste es el devorador de féminas. Ella se acerca aún más. El bebedor de muchachas. Favez alcanza a percibir el olor de la visita. Ella respira el olor de hombre encerrado, el olor de amante de la muerte. Se aproxima más. Favez retrocede. De improviso la mujer alarga el brazo, coge a Favez por la cintura, se pega a él, lo ciñe con fuerza, el abrazo se asemeja a un espasmo. Favez cae, un largo estremecimiento recorre a la mujer y la postra contra el recluso. Lo que sucede a continuación es confuso, y al cabo de una media hora el guardián pega la oreja contra la puerta de la celda, más tarde hablará de gemidos o estertores o quejas, ya no sabe qué, era «como cuando estrangulan a un bicho».
¿Quién es la visitante misteriosa? Se hablará con decencia de una santa llegada para aportar el consuelo de Dios a un proscrito de la sociedad. A un nivel más terrenal, pero sin resolver el misterio de la extraña intrusión, se hablará de una visitante de prisiones, función que era nueva en la época, y más verosímil resultaba suponerla una aventurera amante de emociones fuertes o incluso una elegante histérica, hábil en hacerse pasar por abnegada para aproximarse a un hombre que encarna su fantasía erótica. De succión, de voracidad morbosa. Y de comercios contra natura. Una cosa es segura: ella pagó al carcelero para acercarse al vampiro. Varios meses después, en el momento en que condenan a Favez a la pena más rigurosa que existe a la sazón, es decir, la cadena perpetua, el guardián, conminado a explicarse y severamente interrogado por la policía, confesará haber aceptado varias sumas de dinero en escudos y billetes de cincuenta francos.
Porque la mujer volverá. En los dos meses que dura la reclusión de Favez le visitará como mínimo tres veces, según atestiguan las cuentas secretas del carcelero. La dama blanca, la misteriosa, se enclaustra cada vez durante más de una hora con el hombre de las tumbas y de las terneras perforadas, y el guardián se queda clavado a la puerta, tiembla él también, vacila al oír el gemido que asciende de la sombra, en varias ocasiones prolongadas, en la cárcel donde está solo con la pareja enajenada. "



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