Suites imperiales (fragmento)Bret Easton Ellis
Suites imperiales (fragmento)

"Después de beber suficiente ginebra para calmarme, me quedo de pie ante el escritorio de mi despacho. Le han cubierto el cuerpo de líneas con un rotulador negro: las «heridas de entrada no mortales», como estableció el portavoz de la oficina del juez de instrucción de Los Ángeles, según el artículo de Los Ángeles Times sobre el asesinato-tortura de Julián Wells. Esas son las cuchilladas que le permitirán vivir lo suficiente para comprender que va a desangrarse poco a poco hasta morir. Tiene más de cien por todo el pecho, el torso y las piernas así como en la espalda, el cuello y la cabeza, que está recién afeitada, y cuando soy capaz de mirar de nuevo la pantalla, una de las figuras encapuchadas que está a su lado le susurra algo a otra figura encapuchada, pero en cuanto aprieto la tecla de pausa recibo un mensaje de texto de un número oculto preguntándome: «¿A qué estás esperando?». Veinte minutos después no distingo la estática de las nubes de moscas que zumban por la habitación debajo de los fluorescentes parpadeantes y suben por el abdomen de Julián, que le han pintado de rojo oscuro, y cuando él empieza a gritar y a llorar por su madre muerta, la pantalla se vuelve negra. Cuando continúa, Julián está haciendo ruidos ahogados y entonces me doy cuenta de que le han cortado la lengua, por eso tiene la barbilla cubierta de sangre, y al cabo de un momento lo han dejado ciego. En los últimos minutos de la grabación se oye el mensaje amenazador que dejé en el contestador de Julián hace dos años, y con la voz borracha de fondo las figuras encapuchadas empiezan a clavarle cuchillos al azar, y caen trozos de carne al suelo, y parece que no se acaba nunca hasta que le levantan el bloque de cemento sobre la cabeza.
En el cementerio Hollywood Forever reconozco a pocas de las personas que asisten al funeral y son sobre todo figuras del pasado a las que ya no conozco y no pensaba ir pero en los dos últimos días he terminado dos proyectos que había tenido aparcados, uno es el remake de El hombre que cayó a la Tierra, y el otro un guion sobre la reforma de un joven nazi, y la última escena que escribí era sobre un chico en un castillo al que un loco uniformado le enseña una hilera de cadáveres y le pregunta sin parar si conoce a alguno de los muertos, y el chico responde que no pero está mintiendo, y me quedé mirando la botella de Hendrick que tenía encima del escritorio mientras veía en el televisor del despacho cómo entrevistaban a la madre de Amanda Flew en la CNN después de haber denunciado la puesta en circulación del vídeo, pero le habían dicho que el derecho a la intimidad no se aplicaba a los muertos, a pesar de que nunca habían encontrado el cuerpo de Amanda, y seguía un montaje sobre la breve carrera de Amanda con «Girls on Film» sonando de fondo, y el documental pasaba a hablar de los peligros de las guerras del narcotráfico al otro lado de la frontera, y yo trataba de tomar una decisión que fuera cual fuese parecía abrumadora y por un momento pensé en largarme. "



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