París (fragmento)Marcos Giralt Torrente
París (fragmento)

"Me molestaban sus continuas recomendaciones sobre mi forma de vestir o de andar, y pensaba que en otras épocas no habían sido tan frecuentes. Por supuesto, yo mismo me daba cuenta de que no eran sino artimañas, comparaciones dictadas por la necesidad. Pero funcionaban. No eran legítimas pero contribuían a quitar peso a la falta. Errónea o acertadamente, yo sentía que mi madre no era la misma desde su regreso de París y, aunque es verdad que no atinaba a definir en qué consistía la diferencia, estaba seguro de que algún tipo de transformación se había operado en ella. Después de todo, estamos siempre en perpetuo cambio, adoptamos nuevos rasgos y nuevas costumbres igual que crecemos y envejecemos. Cuando se vive a diario con alguien puede que no lo notemos, pero basta pasar una temporada alejados para que toda esa evolución salte a la vista. De aquí cogemos determinado giro al hablar, una palabra poco común que nos hace gracia; otra persona nos contagia su forma de gesticular; la otra nos cede su parpadeo de ojos. En muchas ocasiones ni siquiera es necesario que nos influyan, a veces cambiamos por nosotros mismos: esa agitación constante de la pierna que nos avergüenza la contenemos un día con el brazo para disimular delante de extraños y a los pocos meses nos damos cuenta de que ya no es sólo la pierna lo que movemos sino también el brazo que ponemos encima de ella para mantenerla quieta; esa nube que ensombrecía nuestro semblante se despeja y desaparece si ya no hay quien la mire... En mi madre yo no apreciaba cambios de este tipo sino que era en la densidad del conjunto, no en sus partes, donde creía percibirlos. Por eso no eran computables y me resultaban imposibles de definir. Eran, o los imaginaba, pequeños detalles, cuestiones de énfasis o de matiz, poco o nada significativos aisladamente, que sólo cobraban fuerza en la unión de unos con otros. Yo no sé si antes dejaba las zapatillas perfectamente alineadas la una con la otra junto a la cama, pero es entonces cuando empiezo a empujárselas con el pie las noches en que voy a su cuarto a darle un beso. Yo no sé si antes se despertaba durante la noche con cualquier ruido, pero es entonces cuando lo noto y no puedo evitar enfadarme cada vez que me levanto al baño y oigo su voz en el pasillo preguntándome si me sucede algo. Yo no sé si antes me sometía al mismo interrogatorio cada vez que salía por mi cuenta, pero es entonces cuando me molesta y empiezo a hurtarle deliberadamente información. "


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