Barcelona connection (fragmento)Andreu Martín
Barcelona connection (fragmento)

"La ruta de los confites pasa por muchos bares donde hay que hacer alto, donde hay que esperar fingiendo que nadie espera a nadie, dos hombres solos, sentados ante dos copas, charlando de mujeres o del curro, vete tú a saber de qué hablan dos hombres solos, a estas horas del día, metidos en un bar de camarutas.
-No -Dijo Huertas de pronto. Miraba el vaso de cubata con expersión de fatalidad. Se resignaba ante la evidencia de que todas las rutas de los confites acabaran en trompa-. Yo les diría que no, que se metieran la pasta en el culo.
Pensaba en toda aquella gente, tan rica, tan bien vestida, tan sonriente y segura de sí misma; recordaba miradas despectivas que le mantenían a distancia.
Contra lo esperado, Faura tardó en comprender de qué le hablaba. Tuvo que fruncir el ceño, como preguntandose "de qué me está hablando ahora este tío" tuvo que decir:
-Ah, si -y-: Ahora no sabía de qué me hablabas -antes de replicar, sin pasión alguna-: Pues, si lo que dices es verdad, creo que como tú habrá pocos, Huertas...
-¿Tú picarías, Pipiolo? -Preguntó Huertas, francamente sorprendido-. ¿Tú te dejarías untar?
- No lo sé. Me lo tendría que pensar tanto como tú. Y después de contestarte no estaría tan seguro de haberte dicho la verdad.
- No, Pipiolo -Dijo Huertas, mirándole a los ojos-. El hecho de que hables así me dice que a ti no te enredarían. Eres demasiado consciente. Sentirías que te compran como si fueras una cosa...
- Pues exactamente como me compran ahora. Me pagan y hago lo que me mandan, sin rechistar. Como tú. Quién paga, manda.
-No, perdona. Tanto tú como yo elegimos este trabajo porque quisimos. Yo quería ser policía, y lo fui. - Aquello no era cierto del todo, porque durante mucho tiempo Huertas deseó que llegara el día de su graduación como abogado para poder abandonar el Cuerpo, pero no siempre se puede hablar diciendo toda la verdad-. Y yo sabía perfectamente de lo qué iba la cosa: hay unos que están al otro lado de la frontera...
-¿De qué frontera? -Hizo Faura, irónico.
-... Y nosotros estamos de este lado y tenemos que luchar contra ellos. Éstas son las reglas, Pipiolo, las aprendí en el mejor de los colegios: en el cine, igual que tú. Hay una guerra declarada y tú y yo somos soldados de este bando, y hay un bueno y un malo, y yo quiero ser el bueno, y no vale hacer trampas.
-Muy bien.- Faura se volvió hacia él-. Eso es lo que creías cuando eras un niño que iba al cine y quería ser policía. Y ahora que ya eres mayorcito, y ya te afeitas, y sabes que los reyes son los padres, y ya eres policía, ¿Sigues papando las mismas moscas?
- Me parece que sí, Pipiolo -Suspiró Huertas, un poco avergonzado-. Y estoy seguro de que tú también. Tanto a ti como a mí nos siguen dando asco los tíos que enganchan del caballo a chiquillas de trece años para echarlas a la calle con la seguridad de que no se escaparán. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com