Los amigos que perdí (fragmento)Jaime Bayly
Los amigos que perdí (fragmento)

"Tú estabas decepcionada de un pintor muy guapo, profesor de la Universidad, que prometió llamarte y no cumplió. Ya te habías desencantado de Brian. Estabas sola. Necesitabas un hombre, la ilusión del amor. No sospeché siquiera vagamente que ese chico tímido, cuyo rostro no alcanzo a recordar, se convertiría en tu hombre. Es bueno saber que siguen juntos. Por la manera suave y distante como te saludó, me quedé con un bonito recuerdo de Eric. Traté de hablarle a tu contestador con una voz cálida: Hola, Melanie. Soy Manuel. Es domingo, son las cuatro de la tarde, te estoy llamando desde mi casa en Miami. Conseguí tu teléfono en información. Espero que no te moleste esta llamada. Te llamo porque voy a ir a Nueva York en dos semanas y me encantaría verte. Si te provoca que nos veamos, llámame a mi casa al 305 361 4020. Me encantaría saber de ti. Si no, te mando un abrazo, espero que estés muy bien, te recuerdo siempre con mucho cariño. Chau, chau. Me sentí bien de haberte llamado. No dudo que habrás notado mis nervios, mi inseguridad. Odiaría que hayas pensado: otra vez el pesado de Manuel entrometiéndose en mi vida, para luego escribir sobre mí. Te llamé simplemente porque te extraño. Y no me atrevo a decirte que nunca más escribiré sobre ti. Quizás siempre escriba un poquito de ti, sobre ti, pensando en ti. Es lo que estoy haciendo ahora. Es una manera de decirte que, aunque no me llames y no me hables más, siempre te voy a querer. Esta mañana me levanté a las diez –tú sabes que soy un dormilón y que adoro levantarme tarde y sin prisa-, bajé a la cocina y vi apenado que el teléfono no había grabado ningún mensaje. Todavía no me has llamado. Sé que no me llamarás. Por eso me he sentado a escribirte esta carta. Recuerdo bien la última vez que nos vimos. Fue en Lima, hace ya un par de años. Pasé por el departamento de tu madre en el malecón, a pocas cuadras del hotel donde estaba alojado, y, muerto de miedo, como te imaginarás, porque no quería cruzarme con tu madre, que debe estar furiosa conmigo por los libros que he publicado, toqué el timbre, y al oír la voz amable de la empleada, me animé a preguntar por Laura, tu hermana, que no sabía si seguía en Nueva York o había regresado a Lima. "


El Poder de la Palabra
epdlp.com