Brokeback Mountain (fragmento)Annie Proulx
Brokeback Mountain (fragmento)

"Le retorció otra vez la muñeca dejándola con la pulsera al rojo vivo, se puso el sombrero echado hacia atrás y salió pegando un portazo. Esa noche fue al bar Black and Blue Eagle, se emborrachó, se enzarzó en una pelea breve y traicionera y se fue. Pasó mucho tiempo sin tratar de ver a las niñas, pensando que ya lo buscarían ellas cuando tuvieran el buen sentido y los años necesarios para irse de casa de Alma. Ya no eran hombres jóvenes con toda la vida por delante. Jack estaba más metido en carnes por los hombros y las nalgas, Ennis seguía tan enjuto como un poste de tendedero y se paseaba con botas desgastadas, vaqueros y una misma camisa tanto en verano como en invierno, añadiendo un chaquetón de lona a su indumentaria en las épocas de frío.
Un tumor benigno le había desplomado un párpado sobre el ojo, tenía la nariz ganchuda por una fractura que había soldado así. Año tras año continuaron recorriendo prados altos, cuencas fluviales, cargando los pertrechos a lomos de sus caballerías en la cordillera Big Horn, los montes Medicine Bow, las estribaciones meridionales de las Gallatin, las montañas Absaroka, las Granite, las Owl Creek, la sierra de Bridger-Teton, los montes Freezeout y los Shirley, los Ferris y los Rattlesnake, la cordillera de Salt River, se adentraron una y otra vez en los montes Wind River, en Sierra Madre, en Gros Ventre, en las Washakie y las Laramie, pero nunca regresaron a la montaña Brokeback.
Entretanto, el suegro de Jack falleció en Texas y Lureen, que heredó el negocio de maquinaria para granjas, demostró grandes dotes de gestora e implacable negociadora. Jack se encontró con un ambiguo cargo ejecutivo que lo llevaba a visitar ferias de ganado y de maquinaria agrícola. Ahora tenía algún dinero y siempre encontraba la manera de gastarlo durante sus viajes de negocios. Un leve acento tejano sazonaba sus frases. Se hizo limar los dientes frontales y cubrirlos con coronas y remató la faena dejándose un espeso bigote.
En mayo de 1983 Ennis y Jack pasaron unos cuantos días gélidos en una serie de pequeños lagos de alta montaña, sin nombre y rodeados de hielo, luego continuaron ruta hacia la cuenca del río Hail Strew. Hacía un hermoso día mientras ascendían la ladera, pero las márgenes de la senda estaban encharcadas y se desprendían. Se desviaron por una sinuosa cortada llena de barro llevando por las riendas a los caballos entre quebradizos ramajes; Jack, con la misma pluma de águila en su viejo sombrero, alzaba la cabeza en el caluroso mediodía para aspirar el aire embalsamado por la resina de los pinos, la reseca alfombra de pinocha y las piedras calientes, el olor acre de las bayas de enebro aplastadas bajo los cascos de los caballos. Ennis, que tenía buen ojo para el tiempo, avizoró por el oeste posibles cúmulos calientes en un día como aquel, pero el nítido azul era tan profundo, dijo Jack, que incluso podría ahogarse mirando hacia arriba. Sobre las tres desembocaron por un estrecho desfiladero en la vertiente sur oriental, donde el poderoso sol de primavera había tenido oportunidad de dejar su huella, y descendieron por la trocha que se extendía ante ellos sin gota de nieve. Alcanzaban a oír el murmullo del río, como el traqueteo de un tren en la lejanía. "



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