Las gradas de San Felipe (fragmento) "(Gesto de tormento de los congelados. En eso, entra Clara, inflamada. Se los queda mirando, como si en rigor los viera estáticos y gesticulantes.) Clara.- ¡Alto ahí, señores míos! (Y ante este "alto", el grupo de los cuatro se anima, precisamente, y reacciona ante la presencia de Clara como ante una intromisión inesperada.) Bartolomé.- ¡Doña Clara! ¿Cómo os atrevéis...? Clara.- La puerta estaba abierta, y después de todo ésta iba a ser mi casa. Iba a ser mi casa, dije. Que ya no lo será. Y la culpa es de ese menguado y... de esa mala bruja. (Señala a María, que sigue vestida de hombre. Exclamaciones, aunque los dos capitanes perciben el repentino paso al femenino.) Clara.- (A Bartolomé.) En cuanto a vos, señor perjuro, podéis contar con que os devuelvo vuestra palabra, que no me quedaría con palabra de mentecato ni de falsario, así tuviera que ingresar en un convento. Bartolomé.- ¡Doña Clara, yo...! Clara.- ¡Vos, a callar, que sois débil de carácter y de mollera, moldeable como el barro, e inestable como una pluma, pues así son todos los hombres y lo serán siempre. (A María.) En cuanto a vos, dejadme veros en vuestro natural, por si de capón sacamos capona. (Se lanza en pos de María, que intenta esquivarla o huir. Tras un par de vueltas alrededor de una mesa, y ante el estupor de todos, la alcanza y le arrea dos espléndidos guantazos. Cae María pero no ceja ahí la despechada. Le arranca una indisimulada colonia del pelo, y a tirones descubre la media melena que María ha conservado pese a su travestimento.) Clara.- (Mordaz.) ¡No era primo, que era prima! (Asombro que los capitanes, que exclaman: "!oooh"!". María, por el suelo, intenta recomponerse. Bartolomé, abochornado, no sabe dónde meterse.) Clara.- (Altanera.) ¡Y ahora, señores, pido licencia...! (Se alza la falda por lo sucio del suelo, y sale sin tiesa, digna y resarcida.) Aranda.- ¡Brava mujer! también yo pido a vuestras mercedes licencia... (Presuroso, sale detrás de Clara.) " epdlp.com |