Las 13 rosas (fragmento) "Blanca había conocido a Enrique cuando era pianista de] cine Alcalá. Él tocaba el violín en el mismo establecimiento. Su amor empezó siendo un diálogo musical que reflejaba más o menos lo que estaba pasando en la pantalla. Más que ilustrar musicalmente la película, durante un tiempo se dedicaron a contestarse el uno al otro, conduciendo al público a emociones que no estaban en el guion y que eran regalos de la pasión improvisada. Blanca recordaba muchas películas, pero sobre todo una: Lirios rotos. Pocas veces la necesidad la había obligado a expresarse tanto en cada movimiento musical, y resultaba evidente que a Enrique le había pasado lo mismo. Y hubo una noche en que el piano y el violín consiguieron arrebatarle el protagonismo a las imágenes y sintieron que todo el público estaba conteniendo el aliento. Cuando acabó la película, ellos continuaron unos minutos más el concierto, y al final los aplausos fueron tan entusiastas como estruendosos. Esa noche, cuando acabó la función, estuvieron bailando hasta el amanecer y al amanecer buscaron el calor de las sábanas de un hotel de Chueca. Tan sólo dos o tres años después, la llegada del cine sonoro dejó sin trabajo a muchos músicos de Madrid. Pero Enrique fue muy pronto contratado como violinista por la orquesta del café Europeo y Blanca se puso a coser en casa mientras cuidaba de su hija recién nacida, que murió de pulmonía a los pocos meses… Blanca parece prematuramente consumida, mirando el pequeño ataúd. Es una madre demasiado joven, sólo tiene diecisiete años. Las moscas zumban en la sala y Blanca cree estar enfrentándose a lo irremediable. Enrique, que está a su lado, la quiere consolar pero no puede. Una vela arde junto al féretro. Las paredes parecen oscilar con el crepitar de la llama y en una de ellas se recorta, tembloroso, el perfil de la niña. Blanca mira la sombra; cree que ha entrado en una cadena de hechos irremisibles y se siente acariciada por el demonio de la locura. " epdlp.com |