La espina de la amapola (fragmento)Javier Pérez Fernández
La espina de la amapola (fragmento)

"Tal cosa hubiese sido impensable con Hitler, pero Strasser era un hombre muy diferente: donde el austriaco ponía vehemencia y arrogancia, él prefería conducirse con humor y socarronería, e incluso en los discursos políticos intercalaba algún chascarrillo; donde Hitler hablaba de patria, honor, orgullo y dignidad, Strasser hablaba de los anillos empeñados de las madres, las sonrisas de las novias y los dientes de los niños, apelando a la parte más sentimental de su auditorio. Pero sus diferencias no se limitaban a lo formal: Hitler hacía hincapié en la necesidad de recuperar el espíritu nacional y rearmar Alemania, mientras que para Strasser lo primero era sacar a la gente de la miseria y luego, con un pueblo sano y deseoso de conservar el pequeño bienestar conseguido, lanzarse a la reconquista de los derechos nacionales. El magnetismo personal de Hitler era su mejor baza, pero Strasser era farmacéutico, un hombre con estudios acostumbrado a tratar amablemente con la gente, y sabía moverse mejor que Hitler en ambientes poco dados al tumulto. Strasser, ante todo, inspiraba confianza a los burgueses, y eso había sido clave para lograr que el partido nacionalsocialista dejase de ser un grupo de alborotadores y se convirtiera en un verdadero partido político con representación parlamentaria, incluso tras haberse presentado con unas siglas recién inventadas para burlar la prohibición.
Sin embargo, la vieja guardia del partido no le perdonaba sus concesiones al sistema parlamentario ni lo que algunos llamaban lametones a la botas de la República. Muchos de ellos esperaban solamente la salida de Hitler de la cárcel para intentar controlar de nuevo las calles con sus patrullas, pero mientras Strasser fuera el jefe y el partido se mantuviese proscrito tenían que conformarse con la disciplina y la contención.
Esa era una de las pocas cosas en las que Hitler y Strasser estaban completamente de acuerdo: una retorno prematuro a las calles alejaría el levantamiento de la prohibición y sería una magnífica baza para que el comisario de asuntos políticos, aquel maldito comisario Müller que diera orden de disparar contra ellos durante el fallido golpe del año anterior, lograse que le denegaran la libertad condicional a Hitler.
Strasser se encontraba en una situación compleja, pues mientras todos los pesos fuertes del partido, hombres como Streicher, Göring, Hess o Röhm apoyaban incondicionalmente a Hitler, él sólo contaba con gente como Himmler, perfecto organizador pero nulo en la lucha dialéctica, y con su hombre de Berlín, el doctor Goebbels, que se había mostrado un brillantísimo orador en la campaña electoral pero que estaba demasiado lejos para resultar de alguna ayuda en la crisis que se avecinaba. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com