La bestia y la bella (fragmento)Thierry Jonquet
La bestia y la bella (fragmento)

"Y vino a casa un día que el Culpable no estaba... Había ido a una reunión de su sindicato para solidarizarse con los huelguistas de la fábrica Citroën. Como es lógico iba a llegar muy tarde. En casa el problema ya era bastante importante. Las bolsas se habían amontonado primero delante de la puerta clavada de la cocina, luego habían llegado hasta el salón, habíamos puesto también en mi habitación dejando un pequeño sitio para que yo pudiera dormir y para que el tren pasara. Y el Culpable había empezado a construir el puente de madera en el Cañón. Eso le había llevado todo un sábado y un domingo de esfuerzos sudando la gota gorda. Yo, por aquel entonces estaba un poco pachucho y tuve que dormir para recuperarme. El Culpable estaba nervioso pues tenía miedo de que la lata llena de gas que me habían tirado a la cabeza durante la manifestación hubiera hecho algún destrozo en mi cabeza. Y el domingo por la noche, cuando el puente estuvo terminado, hicimos una comilona para festejarlo. Luego subimos una montaña de bolsas rojas y azules hasta el techo. Era una buena solución. El puente fue una gran ayuda durante dos o tres semanas, pero luego las bolsas nos invadieron de nuevo. ¡Hasta el salón llegaban las muy asquerosas!
»En fin, no fue la catástrofe lo que vino a continuación, pero era un anuncio. Yo me decía que tenía que hablar con el Culpable acerca de las bolsas, obligarlo a que bajara algunas por lo menos, no todas, naturalmente, que hubiera sido un trabajo enorme, pero bueno, dos o tres de aquí, de allá. Yo lo intenté una vez pero se había cabreado tanto gritándome: "¿Adónde quieres ir a parar, Léon, eh?", y chillando: "¿Quieres quitarlo todo para que vean a la arpía? ¿Es eso...?" Cosas por ese estilo; entonces preferí no insistir. No íbamos a enfadarnos por una bobada de bolsas y de mujer muerta...
»Entonces, cuando el Culpable estaba en la reunión para apoyar a los huelguistas, llaman a la puerta. Yo estaba muy preocupado. Hay que decir que en casa se entraba al vestíbulo y todas las habitaciones daban allí, excepto el cuarto de baño que daba a la habitación del Culpable. El vestíbulo estaba limpio, no había bolsas, el único desorden eran las maquetas, los raíles y las estanterías para las locomotoras y los vagones que, como es lógico, no íbamos a poner con las bolsas.
»Entonces llaman a la puerta y voy a ver. Y oigo a la Vieja hablando sola en el descansillo. Pataleaba, irritada, se notaba por la voz. Entonces, ¡desgracia!, se le ocurrió la idea de empujar la puerta y la puerta se abrió. De narices, nos encontramos los dos de narices. La miré de mala manera y se largó. Cerré la puerta. Volvió. Pero no insistió, debí de acojonarla, sólo deslizó un papel por debajo de la puerta. Oí cómo se iba por la escalera trotando sobre sus tacones afilados, resbaló en un escalón y me dio la risa. Cuando el Culpable volvió de apoyar a los huelguistas le enseñé el papel y en seguida se dio cuenta de que era la vieja del tercero la que lo había traído; ella lleva los recibos de alquiler, en vez del vigilante, en nuestro edificio. Yo no podía saber lo que decía el papel, porque no sé leer, y a mi edad ya es un poco tarde...»
Así que ha venido la Vieja... Léon, tráeme las gafas, por favor, sí ahí en el sillón. Gracias. Esa piltrafa. Quería ver a Irene en el congelador, hice bien escondiéndola con las bolsas... Si no, la habría visto. Y prohíbo que nadie vea a Irene. Está muy bien donde está. En fin, Léon, hiciste bien echándola. Oh, querido señor, me dijo ella, he ido a su casa pero estaba Léon y no entré, imagínese, me da miedo. ¿Te das cuenta, Léon? ¡Te tiene miedo! Ay, ay, pillín, viejo verde... ¿No habrás intentado...? ¡Pillín! ¡Pillín!
Bueno, bueno, bueno, o sea que ha venido. "



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