España, Europa y el mundo de ultramar (fragmento)John Elliott
España, Europa y el mundo de ultramar (fragmento)

"-España, Europa y el mundo de ultramar (1500-1800)-

No era, sin embargo, una lección fácil de aprender. La repugnancia contra los falsos valores presuntamente inculcados por la posesión de las Indias se convertía sin apenas notarlo en asco de las mismas Indias. No todos habrían estado de acuerdo con el parecer del doctor en El passagero de Cristóbal Suárez de Figueroa, cuando opinaba que "las Indias, para mí, no sé qué tienen de malo, que hasta su nombre aborrezco", pero no es fácil escapar a la impresión de que las Indias, como principal proveedor de lo que Luis de Góngora llamó "metales homicidas" en sus Soledades, se habían convertido en una fuente de profundo desencanto para muchos castellanos cultos. Tal desengaño encontró una de sus expresiones más autorizadas y sorprendentes en una observación realizada por el conde-duque de Olivares al tratar asuntos alemanes en el consejo de estado en septiembre de 1631: "las grandes conquistas [...] han puesto esta Monarquía en tan miserable estado que se puede decir con gran fundamento que fuera más poderosa si hubiera menos aquel Nuevo Mundo".
Es difícil pensar que el conde-duque llegara a expresar tal parecer si no hubiera reflejado una opinión de moda y muy extendida. Un organismo bien calificado, el Almirantazgo de los países septentrionales, una corporación mercantil creada para el comercio con el norte de Europa, había hecho comentarios igual de punzantes en una carta de 1627 al rey donde se contrastaba la miseria entonces imperante en España con la felicidad y prosperidad anterior al descubrimiento de las Indias. Aunque los mercaderes de Flandes tenían intereses propios específicos que promover, está claro que el discurso de la desilusión encontraba resonancia en la corte de Felipe IV.
Aunque la sensación de desencanto surgía del contraste entre apariencia y realidad era inherente a la cultura del barroco, resulta difícil evitar la impresión de que para los españoles del siglo XVII se vio reforzada en gran medida por la experiencia de las Indias. Antes símbolo de riquezas sin límite, ahora ofrecían una imagen muy poderosa (de hecho, tal vez la más poderosa entre todas las disponibles, después de la misma muerte) de la vanitas de las esperanzas humanas y la futilidad última de la búsqueda de oro y plata. Francisco de Quevedo, por ejemplo, extrajo una conclusión adecuada al escribir en su Vida de Marco Bruto (1631) que "es mejor y más cerca ser Indias que buscarlas". "



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