Un equilibrio delicado (fragmento)Edward Albee
Un equilibrio delicado (fragmento)

"Realmente, no sé cómo ocurrió eso. Ella... un día, la gata... bueno, un día me di cuenta que yo no le gustaba más. No, no es así justamente; un día me di cuenta que ya no le gustaba más, desde hacía algún tiempo. Una tarde yo estaba solo en casa, y de pronto tuve conciencia de que no estaba, no solamente de que no estaba en ese cuarto conmigo, sino que no había estado en ningún otro cuarto conmigo, ni mirándome mientras me afeitaba... por ahí... durante... no podría decir desde hacía cuanto tiempo. No se había ido, comprenden; bueno, se había ido pero no se había escapado. Yo sabía que estaba por ahí; recuerdo que a veces la descubría por momentos debajo de una silla, o saliendo del cuarto, pero sólo cuando me di cuenta de que algo había ocurrido le pude dar algún sentido a lo que yo había... había notado. Yo no le gustaba más. Simplemente eso.
[...]
Es muy raro... estar abajo en un cuarto donde han estado todos y ya se han ido... muy tarde, después que el calor también se ha ido, la calefacción y los cuerpos: una o dos horas antes de que el sol aparezca, la calefacción empieza de nuevo. Esta noche sobre todo, los cigarrillos aún en los ceniceros, un extraño olor metálico. Los olores de un cuarto no se mezclan, muy tarde, cuando ya no hay nadie y creo que el silencio contribuye... y la falta de los cuerpos. Cada... cosa resalta en su lugar.
[...]
Y cuando uno baja... si uno lo hace, a las tres o cuatro de la madrugada, y uno ha dejado una o dos luces encendidas —por si alguien vuelve tarde—, supongo, pero ¿quién podría hacerlo? La hostería está repleta, se es más bien... semejante a Dios, si uno puede suponerlo. Mirarlo todo, reconstruirlo, con un desapego tal... verse a uno mismo, verte a ti, a Julia... mirar todo... imaginarse todo nuevamente, observar.
[...]
Y uno observa su propia mente mientras razona con una suerte de... complacencia, y al mismo tiempo con tristeza, porque uno sabe que cuando el día llegue comenzarán las presiones, y toda la visión interior no valdrá un comino. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com