El Momo (fragmento)Leon Battista Alberti
El Momo (fragmento)

"Ya hemos contado las revueltas de cosas que Momo urdió y tramó el tiempo que estuvo desterrado acá entre los hombres. Agora hemos de decir qué causa haya movido a Júpiter de restituirlo a Su gracia y alzarle el destierro, y con cuan nuevas maneras de revolver haya traído a último caso de perderle a los dioses y a los hombres y a todo el universo entero, que cierto será cosa gustosa de leer, cuan varios y dudosos negocios, que salidas de ellos tan nunca oídas, ni sin pensar, y que de cosas, y cuan dignas de memoria se haya seguido, tanto que no sé si me acobarda más del confiado de mi pobre ingenio poder trazar la grandeza y dificultad de ellas, que me convida a referirlas la dulzura y gusto de la historia. Que diréis, que todo lo que hasta aquí habéis leído de Momo, no tiene eso gran parte que ver con lo que del agora hemos de tratar. Porque como las doncellas por lo que Momo les dijo y predicó, comenzasen a demandar a los dioses al principio cosas livianas y fáciles y menudas, como suelen los padres que huelgan de dar con risa y regocijo a sus regalados hijos tiernos niños algunas manzanas y cosas semejantes que les piden, así les eran a los dioses apacibles y como cosa de reír aquellos votos y plegarias de las doncellas, porque unas deseaban tener más carnes, porque les decían que eran muy delgadas y magras, y otras por ser muy gordas, deseaban ser más cenceñas. Y otras lo que para ser hermosas les parecía que les faltaba, aquello con una sencillez y simpleza de ánimo les suplicaban humildemente. Y como era cosa fácil el complacerlas, benignamente los dioses se lo otorgaban, tomando de la una para dar a la otra. Fue la cosa, extendiéndose con la facilidad y largueza de los dioses, hasta tanto que los padres y las madres viejas empezaron a hacer también sus plegarias, al principio justas, y que las pudieran hacer sin empacho delante de todo el pueblo, y así las oían los liberales dioses y se las cumplían. Vino después a que ya también los reinos y las muy ricas y populosas repúblicas acostumbraban a hacer a los dioses sus votos. Al principio esta religión y veneración de los hombres para con los dioses tanto les fue agradable, aprobando la maravillosa novedad de tal invención, que en ninguna cosa más de buena gana entendían que en recibir aquellos votos y plegarias de los hombres. Pesquisando pues, y sabiendo quien hubiese sido el autor de aquella cosa a ellos tan agradable, todos se trocaron y mudaron de aquel rencor y odio que contra Momo tenían, y lo cambiaron en compasión y amor. "


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