El orden natural de las cosas (fragmento)António Lobo Antunes
El orden natural de las cosas (fragmento)

"Debo de haber dicho lo que esperaban que dijese, porque, en cuanto recuperé el sentido y la noción del tiempo, me trasladaron de la Rua António María Cardoso a la prisión de Peniche, casi tan oscura como el colegio de los curas en Santo Tirso, donde el día provenía de los ornatos de la capilla que envolvían las imágenes de los santos en una luz de naufragio. En Peniche era siempre invierno también pero bajo un cielo de piedra sin nubes, las olas rompían en las paredes de la cárcel y cubrían a los centinelas de espuma, el amanuense que me recibió me hizo una advertencia Nada de hacerse el listo, Valadas, que no nos gustan los huéspedes que se portan mal, y al mirarlo comprendí que se sentía tan desamparado como yo en aquel cubo de murallas desconchadas por el viento, con hierbas que crecían en los huecos de las losas. Desamparados, Margarida, desamparado él, desamparados los guardianes que nos vigilaban durante las comidas y durante el recreo, desamparados los que se sentaban a la mesa conmigo y dormían junto a mi, desamparado el que mandaba y los domingos nos soltaba un discurso en el comedor, al lado del cura que bendecía la comida y del enfermero que taladraba los dientes sanos sin anestesia para facilitar las confesiones. En cuanto a las confesiones, dicho sea de paso, con la mía no había problemas, visto que durante tres meses nunca me llamaron para interrogarme, y esto hasta la mañana en que me condujeron a la sala donde se hablaba con las visitas, una sala con una reja en el medio, el retrato del Presidente del Consejo y un hombre que me informó, sacando documentos de una cartera, Soy su abogado, señor mayor, me hacen falta algunos datos para completar la defensa, ¿Defensa contra qué?, pregunté, y él, Contra el crimen de conspirar para entregar la Patria a los comunistas, señor mayor, que yo sepa no ha raptado a niños para agravar su pena, ¿no?, y yo No he conspirado en absoluto, doctor, y él, separando un expediente, Por desgracia aquí hay una copia de la confesión que firmó, no me querrá convencer de que la firma es falsa.
El mar rompía en los muros, la alarma del barco salvavidas difundía su grito desde el fondo de la playa, se oían las voces de los pescadores del pontón, se oía la sirena de la fábrica de conservas que llamaba a los obreros, y el abogado, hojeando el sumario, El señor mayor ha entregado a la Policía un informe completísimo, nombre y jerarquía de oficiales implicados, señas, contraseñas, claves de códigos, fecha y lugares de encuentro, relación de las unidades sobornadas, un plan provisional de levantamiento militar que incluye la neutralización de ciertas figuras del Régimen, la alarma del barco salvavidas aulló junto a nosotros, y yo, ¿Qué broma es ésa?, y él ¿Broma dice, señor mayor?, y yo Sólo puede ser una broma, no le he contado nada a nadie y mucho menos a la Policía, y él Pues si estaba bromeando le aseguro que ha sido una broma de mal gusto, basándose en su declaración han encerrado a una docena de fulanos y yo, ¿Qué?, y él Aquí tengo la lista, ¿quiere verla?, publicaron las fotografías en los periódicos, y yo Espere, espere un poco, intentando acordarme de lo que ocurriera con el inspector de las descargas eléctricas en el despacho de los teléfonos y de los estantes de libros, recordando, como se recuerda un sueño, que había dicho no sé qué de mi padre, y el abogado ¿Qué ha sido, señor mayor?, y yo Déjelo, amigo, no importa. "



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