Los juegos feroces (fragmento)Francisco Casavella
Los juegos feroces (fragmento)

"Se sentó a mi lado y se mantuvo en silencio. Volvía a lloviznar. Pepito repetía frases ininteligibles de la misteriosa canción que había dado nombre al personaje del día. No había duda de que utilizaba el silencio para perfeccionar sus mentiras. El Yeyé enseñándole bailes de Nueva York a unos macarras, irse de putas con el Watusi… Podía comprender que era un gesto muy parecido a bajar al muelle para intentar pescar; echarle aliento al mundo para que el vaho lo cubra. O intentar olvidar que ese simpático delincuente al servicio de un clan marsellés, buscado por la Interpol, había matado y violado a una chica que los dos conocíamos. O quizá era otra cosa. Una hora antes, una poderosa maquinaria le había tratado como un monigote hasta hacerle decir que había visto lo que no había visto; y ahora, el monigote bailaba, fabulaba y les decía que no podían con él. Una cuarta posibilidad era que, como decía la gente, y mi madre más alto y claro que nadie, no se trataba más que de un tarado.
—Te lo has inventado todo —concluí.
—Te juro por mis muertos…
—Venga jura. Sin cruzar dedos. Enséñame las manos.
—Ni hablar —era supersticioso, el Yeyé.
—Es mentira.
—Vale, en lo último, en lo de las putas, me he pasado un pelo. Pero lo otro es verdad. Eso sí que te lo juro… —levantó las manos para reafirmar la solemnidad del acto—: Te lo juro como que tú y yo vamos a pillar un auto ahora mismo, vamos a buscar al Watusi donde yo me sé y le vamos a decir lo que hay y lo que no hay. Es la manera de salvarnos. Que el tío hable. Habla, tranquiliza a la gente, porque el tío es muy calmado cuando quiere, y les dice, sobre todo, que ni nosotros, ni tu madre, nadie de tu familia, ni nadie de tus vecinos, tiene nada que ver. Además, ¿tu madre no llega de noche? Nos sobra tiempo.
Me levanté con una decisión tomada, empecé a caminar. Con dificultad, Pepito se puso a mi altura:
—¿Dónde vas?
—A casa…
—Para, para un momento… —Me detuve. Pepito volvía a estar sin aliento—: Tú para y ponte a pensar en una rata de esas que aplastan los camiones en la curva del puerto. Venga, piensa, que yo espero. Una rata, así, como una estera…
No me gustó la imagen. Pepito lanzó su ataque definitivo:
—A ti lo que te pasa es que mucha cadena de jefe indio ahí colgando y mucho de que sabes pillar coches y no eres más que un pringado. Mírate. Bueno, ahora te vas a mirar y vas a pensar en una rata espachurrada… ¿Te acuerdas del camión aquel que estuvo a punto de volcar y cayeron jaulas con pollos y los pollos empezaron a saltar y a correr por la carretera, y algunos coches los chafaban y los parachoques de otro descabezaban a alguno y seguían corriendo de un lado a otro de la carretera con la cabeza colgando, así, caída? ¿Te acuerdas? "



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