El medio divino (fragmento)Pierre Teilhard de Chardin
El medio divino (fragmento)

"No hay humo perfumado sin incienso. No hay sacrificio sin víctima. ¿Cómo podría el hombre si no existiera, darse a Dios? ¿Qué posesión sublimaría el hombre con su desasimiento, si tuviera las manos vacías?
Esta observación, sencillamente de sentido común, permite resolver en principio un problema que muchas veces, aunque mal, se plantea del siguiente modo: "¿Qué es mejor para un Cristiano, obrar o padecer? ¿La vida o la muerte? ¿El crecimiento o la disminución? ¿El desarrollo o el encogimiento? ¿La posesión o la renuncia?
Respuesta general: "¿Por qué separar y oponer las dos fases naturales de un mismo esfuerzo? Vuestro deber y vuestro deseo esencial es estar unidos a Dios. Mas para uniros, primero es necesario que seáis, y que seáis vosotros mismos lo más completamente posible. Pues bien, desarrollaos, tomad posesión del Mundo para ser. Y luego, una vez hecho esto, renunciaos, aceptar el disminuiros para ser de otro. He aquí el doble y único precepto de la ascética cristiana completa."
Estudiemos un poco más detenidamente los dos términos de este método de acción en su juego peculiar y en su efecto resultante.
a) Desarrollaos primero vosotros mismos, dice el Cristianismo a los cristianos.
Generalmente, los libros espirituales no ponen de relieve este primer tiempo de la perfección cristiana. Sea que sus autores consideren su existencia como demasiado evidente para que tenga que hablarse de ella, sea que su ejercicio les parezca proceder de una actividad demasiado "natural", o incluso demasiado peligrosa para que sea oportuno insistir a su respecto, el caso es que lo silencian o lo dan por supuesto. Error y laguna. Aun cuando fácilmente comprensible para la mayoría de los hombres, aun cuando común, en el fondo, a toda moral laica o religiosa, el deber del perfeccionamiento humano ha sido, lo mismo que todo el Universo, reconquistado, refundido, sobrenaturalizado en el Reino de Dios. Es deber auténticamente cristiano crecer aún ante los hombres y hacer florecer las propias cualidades, incluso las naturales. Es una perspectiva esencialmente católica considerar al Mundo como madurando -no sólo en cada individuo o en cada nación, sino en la totalidad del género humano- un poder específico de conocer y de amar, cuyo término transfigurado es la Caridad, pero cuyas raíces y savia elemental son el descubrimiento y la dilección de todo lo que es verdadero y bello en la Creación. "



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