La isla silente (fragmento)Eduardo Lalo
La isla silente (fragmento)

"El libro está a mi izquierda. Es un pequeño volumen cuyo título en la portada violeta está compuesto por tres apellidos alemanes conocidos, organizados de manera circular, como si fueran el círculo del yin y el yang. Esta circunstancia fecha el volumen; atestigua para un futuro estudioso de los signos, de fragmentos arqueológicos, su ubicación en los siglos. El volumen nunca fue reeditado. La casa que lo publicó me es desconocida y debe haber desaparecido. Puedo tener una seguridad casi absoluta de que nadie habrá leído sus textos simultáneamente conmigo. Esta circunstancia es efímera pero no carente de significado. Podría ser éste o cualquier otro texto, o mejor sería precisar, casi cualquier otro, porque soy yo el que lo lee y mi curiosidad no es infinita. El volumen de la editorial desaparecida nada tiene que ver con la melancolía o la impotencia y sin embargo es a través de estas emociones que lo leo. En mí existe un descreimiento hacia él, producto del interés y la experiencia.
"La galería Flechtheim me encargó que diera ante ustedes una conferencia sobre el arte. No soy un crítico de arte; por lo tanto no les hablaré `objetivamente´, como teórico, sino que expondré mis impresiones subjetivas y el resultado de mis experiencias.
Encaramos un tema singular y complicado. Parece imposible llegar, en esta materia, a una opinión razonable.
La época que vivimos, sus contradicciones y la lucha encarnizada de todos contra todos presenta, como es natural, corrientes artísticas igualmente contradictorias y que pugnan entre sí.
¿Cómo se manifiesta pues el arte actual?
Bajemos al ruedo. Desde los artistas `patéticos´ hasta los partidarios de las `payasadas´ se mueve y ajetrea todo un pequeño pueblo festivo. Pero existe en todo ello un mal olor y una lucha que casi acabará por romper los pinceles y los compases. Agitación. Protesta. Ruido. También se dan los `aislamientos ostentosos´: resignación y misantropía. La multiplicidad individual llega hasta las clases de academia.
¿Dónde y de qué manera se manifiestan actualmente los artistas, que son los nervios más sensitivos de la sociedad? ¿Cómo y dónde podemos hallar su influencia? ¿Acaso estas `flores de la nación´ expelen en su perfume, lo fétido de nuestra vida?"
He sentido el placer al copiar esta página. Dibujar las letras renglón a renglón como si fuera el que las escribiera ahora. Por momentos no importaba su significado, el contenido que tuvieran o lo que me atraía en ellas. He hecho que la vista saltara y he capturado pedazos de oraciones que me hacen sonreír con ironía. Hablar de la época en que vivimos y mencionar contradicciones, luchas; usar frases tópicas y obvias como "bajemos al ruedo", caer en clisés, que pueden ser ciertos, pero que por ello no dejan de serlo, sobre la sensibilidad del artista, me hacen imaginar en una tarde o noche cualquiera a un hombre escribiendo porque le han pedido una charla y tiene que pagar el alquiler o quiere comprar mejor bebida o porque cree o quiere creer o piensa a medias o piensa-casi en lo que quiere decir.
"Ninguna época ha sido más hostil al arte que la nuestra. Se admite que el común de los hombres puede vivir sin él. No tengo la intención de explicarles qué es el arte: las exposiciones más o menos hábiles de los críticos pontificados son bien conocidas. Pero queda por decir que, en el común de los hombres, queda algo así como `hambre de imágenes´. Este apetito se satisface actualmente -y en una medida que nunca se había dado-, no por aquello que llamamos corrientemente `arte´, según las ideas que adoptemos. La necesidad de imágenes se ve satisfecha en la actualidad por la fotografía y el cine. Aquí se presenta, en nuestra exposición, un elemento de importancia fundamental: el crepúsculo del arte comenzó con el descubrimiento de la fotografía. Debido a ello, el arte perdió entonces su función de `informador´. Todas las difusas aspiraciones románticas encuentran su satisfacción en el cine.
El rostro terrible y doloroso de Hidemburg no fue perpetuado para la humanidad por un Rembrandt, por un Durero. No tenemos un Miguel Angel que haya testimoniado en la pintura los músculos de Dempsey. "



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