Mayerling (fragmento)Alexander Lernet-Holenia
Mayerling (fragmento)

"Todos procuran salvarla mediante un Estado federal, pero su división la llevará aún con mayor rapidez al derrumbamiento. ¡Ahórreme su separatismo y su chauvinismo! Acuérdese de la lealtad hacia mi padre, a la cual no está menos obligado que yo mismo. Le ruego que me deje, pero antes de irse quiero decirle que mi último consejo es el siguiente: No cargue con la responsabilidad de haber sido quien enterró a la monarquía, sino déjeselo a los checos, o a los polacos, o a la Gran Alemania, en fin, a alguno de esos pueblos que están preparados para este trabajo de descuartizamiento político.
Con estas palabras dejó a la delegación y se apresuró a salir de la estancia. Los magnates se quedaron todavía unos momentos comentando entre sí y discutiendo la inaudita agresividad del príncipe heredero. Después descendieron la escalinata, montaron en su carruaje y partieron.
Entretanto, Rodolfo erraba por las oscuras habitaciones como huyendo de sí mismo. En ellas encontró a la baronesa Vetsera sola. La condesa Larisch, después de intentar en vano que María regresara con ella a la capital, se había ido antes que los nobles húngaros. Al llegar a Viena no se quedó en la ciudad. Después de mandar una desesperada y confusa carta al jefe de policía, casi huyó — como su primo Rodolfo por las estancias de Mayerling — hacia su posesión de Pardubitz.
La carta remitida por ella al jefe de policía, carecía de membrete y decía:
«No se podrá evitar investigar el futuro. Pero es conveniente que el pasado quede tan inexplorado como sea posible. Por favor, haga cuanto pueda en este sentido. Los sucesos pasados no sirven ya para nada y para los acontecimientos venideros no nos queda otra solución que seguir el camino normal.
»Mi petición atañe sólo a tratar discretamente el asunto hasta el día de hoy, porque no es necesario ni conveniente que personas totalmente inocentes se vean mezcladas en él. Pongo toda mi confianza en usted, mi querido barón. Yo no obro en mi propia conveniencia.
»Con los mejores saludos,
Su rendida Condesa L.»
El jefe de policía recibió la carta aquella misma noche, al regresar a su casa después de haber cenado con el archiduque Guillermo. En aquellos momentos estaba conversando con Elena Vetsera, la madre de María, y con el tío de ésta, Alejandro Baltazzi, que lo habían visitado y le informaban del encuentro entre Enrique Baltazzi y el príncipe heredero en el bosque de Mayerling y de la herida del primero. Le comunicaron también que María había sido vista en el coche del príncipe y que estaba fuera de toda duda de que la joven se encontraba ahora con él en Mayerling. Elena Vetsera conjuró al jefe de policía para que le devolviese su hija.
El barón Kraus respondió, como era su costumbre, que él no podía intervenir en todo este asunto. Prescindiendo incluso de que fue Enrique Baltazzi quien agredió al príncipe heredero, no podía él, simple jefe de policía, pedir cuenta de nada a ningún miembro de la casa imperial, ni mucho menos podía entrar a la fuerza en un edificio de la corte, entre los cuales podía contarse a Mayerling. "



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