La nada cotidiana (fragmento)Zoé Valdés
La nada cotidiana (fragmento)

"Para finalizar voy a hablarte del gran tema, el que reservé para reflexionar juntas y graves sobre ello. Seguro sabrás que el Lince escapó de Cuba en una balsa artesanal hace hoy justo un mes. Naufragaron y sus compañeros de viaje desaparecieron en el océano. Sólo él sobrevivió. Fue hallado por una embarcación americana. Los despojos de la balsa navegaban a la deriva, su cuerpo exhausto quedó enredado por casualidad, fuertemente amarrado con una soga a un palo. El caso es que llegó y se ha recuperado perfectamente, al menos eso me dijo. Me llamó por teléfono, fue una gran sorpresa. Al mismo tiempo tuve que regañarlo, ¡qué locura, dios!, pudo haber muerto como los otros. Lo noté confundido, asombrosamente triste dado su carácter optimista. Pero enérgico, con ese vigor, esa fortaleza que sólo da el haber rozado la boca de la muerte, su mordida fatal.
Recemos por él. Tú espera pronto noticias mías. Si convenzo a mi Oso Polar, te llamaré. Debes comprender que no lo hago a menudo porque resulta un puñetazo económico. Un piñazo —como decimos en Cuba— en la chequera.
Un beso metálico a tu bici. Ojalá te venga la luz, y que te dure el Nihilista. No te atrevas a presentármelo, te lo robaría. Cuando mires al mar ruégale a Yemayá por el Lince y por mí. No nos olvides. Te beso eterna.
Tu Gusana.
A pesar de que he llorado como una bestia salvaje y mis lagrimales están en sequía permanente, tu carta me sacó estertores del centro del pecho. Se ha cerrado el ciclo. Nos han condenado a vivir desperdigados por el mundo, al peligro constante, al dolor agudísimo en ese hondo precipicio de las conciencias, a la renuncia de nosotros mismos, de nuestros sueños. Me viene a la mente tu amor por el Lince. Era el tipo que te rompía el coco, el que te sacaba de tus casillas, fuera de ti, era el amor de tu vida. Pero entre un porvenir incierto, llena de hijos de un microbrigadista —por necesidad, pues él es Licenciado en Historia del Arte, pero tuvo que meterse a albañil porque no tenía vivienda y dormía en bolsas plásticas debajo de las escaleras, y tú no estabas dispuesta a ofrecerle refugio así fuera el macho de tu vida, porque tú no estabas para mantener sanacos que sólo hablaban de Egipto y de Grecia—, entre convertirte en la esposita del Lince y vivir mil años en un edificio «to's tenemos» en Alamar, y el Dinosaurio gallego que te invitaba a las piscinas de los hoteles, te regalaba ropa con etiquetas, y te mantenía a nivel de diplocomida, elegiste al último. Y tu existencia, gusanita mía, es como un cabaret exento de rumba. Un calvario. Y al Lince, meses después de que te fuiste, le entregaron el apartamento y quince días más tarde lo había permutado por una residencia regia en Miramar, donde, con frecuencia, le cortaban la luz, nunca traían el gas de balón, ni funcionaba el motor del agua ni entraba el raro líquido por esa zona. Pero tú sabes que él nació parado, envuelto en un zurrón, y tiene una suerte del carajo. Recuperó su pasión por la pintura y envió un cuadro a un concurso de artes plásticas en Japón y se ganó no sé cuántos miles de dólares. (Ya no meten preso a nadie por portar divisas.) Paró la mansión: instaló una planta y resolvió el problema de la electricidad, compró el gas licuado a una corporación legal que brinda servicios del elemento en divisas a particulares, fabricó una cisterna, arregló el motor, puso tanques de fibrocemento para ahorrar y controlar la situación del H2O. Pintó la casa, colgó sus pinturas, compró y barnizó muebles de estilo, un juego de comedor inglés, un juego de salón Luis XV, juego de cuarto art-decó, una maravilla... Ya sabes que las viejitas del Vedado venden todo esto por sumas irrisorias. "



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