Un americano (fragmento)Henry Roth
Un americano (fragmento)

"A la semana siguiente Ira empezó a recoger sus cosas, de modo desganado, provisional, metiendo sus pertenencias en la bolsa de viaje y unas cajas de cartón, sin una idea clara de qué iba a mandar por Railway Express y qué iba a dejar en casa de Bill para un envío posterior. Ira sabía que debería separar su ropa y sus papeles y mandarlos por delante. Los libros más voluminosos, glosarios, diccionarios, los debería dejar. Había decidido hacer a dedo su camino hacia el este cruzando el continente. De ese modo ahorraría dinero, y con suerte podría llegar a Nueva York con unos pocos dólares. Había rechazado el consejo de Bill de que se olvidara de eso y sacase un billete de autobús y pagara lo que le cobrasen por llevar más peso del permitido. Pídeselo prestado a tus amigos del este, sugirió Bill, añadiendo: "¿Qué tal a M.?". No. Necesitaba demostrarse que lo podía hacer. Fred Skelsey lo entendió; con todo, ofreció hacerle un préstamo a Ira para el billete, o al menos para la diferencia entre el dinero que tenía Ira, veintidós dólares, y el coste de llevarlo todo a Nueva York, incluido él. Ira tuvo tentaciones de aceptar su generosa oferta, pero la rechazó. Un impulso loco: borrar, expiar lo que era él por medio de eso, con esa hazaña.
Ira bajó a por un periódico y un paquete de tabaco de pipa Granger, y se encontró con su compañero de pensión John Davis en su camino al estanco. Davis era mayor de lo que Ira había creído la primera vez que lo vio. Treinta y un años, pero con sus rasgos poco marcados, pelo rubio, ojos azules, parecía que tuviera veinticinco. Esto era motivo de gran enfado por parte de su compañero de cuarto, Lang, de la misma edad que Davis, porque cuando los dos solicitaban trabajos similares, elegían a Davis como si fuera el más joven.
Tenía un ligero resfriado, se había tomado el día libre, e invitó a Ira a que lo acompañara a una excursión a la playa. A Ira le apetecía ir, aunque la nube que se cernía sobre él hacía que todos sus actos estuvieran llenos de ansiedad y de un dolor difuso. En el trayecto en coche, David le dio una charla sobre sexo, diciéndole que nueve de cada diez hombres no sabían nada de sexo y que él se había tomado muy en serio saberlo todo sobre la cuestión. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com