Un valor imaginario (fragmento)Stanislaw Lem
Un valor imaginario (fragmento)

"Visualmente, el "cuerpo de reflexión", anidado en el continuum conceptual, se presenta como un complicado sólido policristalino, aperiódico, alternativamente sincrónico, tejido con "hilos ardientes", o sea con miles de millones de "curvas significativas". El conjunto de estas curvas forma los planos interseccionales del continuum semántico. El lector encontrará, entre las ilustraciones del tomo segundo, una serie de fotografías semoscópicas cuya observación y comparación conduce a conclusiones bastante sorprendentes. Como se ve en ellas, la calidad del texto original, ¡tiene una influencia manifiesta sobre la "estética" de la "semocreación" geométrica!
Por otra parte, no es necesaria una gran experiencia para poder distinguir "a ojo" los textos discursivos de los artísticos (novela, poesía); los textos religiosos, casi todos, se parecen mucho a los artísticos; los filosóficos, en cambio, en su aspecto visual, muestran una gama altamente diversificada. No es una gran exageración decir que las proyecciones de los textos al fondo del continuum maquinario forman solidificaciones expandibles de los mismos. Los textos de una lógica muy densa tienen aspecto de manojos, o haces, de "curvas significativas" bien apretadas (no nos es posible explicar aquí su relación con la esfera de las funciones recurrentes; se habla de ello en el capitulo diez del tomo segundo).
El aspecto más extraño es el de los textos de carácter alegórico: su "semocreación" central suele aparecer rodeada de un pálido "halo", y a sus dos lados (o "polos") figuran unas "repeticiones ecoicas" de los significados, que recuerdan a veces las imágenes interferenciales de los rayos luminosos. A este fenómeno (volveremos a hablar de él), debe su origen la crítica maquinaria toposemántica de todas las construcciones mentales del hombre, con sus sistemas filosóficos a la cabeza.
La primera obra bítica de fama mundial ha sido la novela de Pseudodostoievski La niña ("Dievochka"). La produjo en una fase de relajación un agregado de múltiples elementos, encargado de la traducción al inglés de todas las novelas del escritor ruso. El renombrado eslavista John Raleigh describe en sus memorias el sobresalto que sufrió al recibir un ejemplar mecanografiado de la obra rusa, firmado con un seudónimo que le pareció extravagante, el de HYXOS. La lectura impresionó tan intensamente a aquel experto en la obra de Dostoyevski, que, según propia confesión, dudó de estar despierto. La paternidad de la novela estaba, para él, fuera de dudas, aunque sabía perfectamente que Dostoyevski no había escrito La niña.
Contrariamente a lo que difundió la prensa a este respecto, el agregado traslativo que había asimilado todos los textos del gran maestro ruso, incluidos su Diario de un escritor y la literatura complementaria, no construyó ningún "espectro", "modelo" o "reencarnación mecánica" de la personalidad del novelista.
La teoría de la mimesis es muy compleja; sin embargo, sus bases y las circunstancias que facilitaron aquella fenomenal exhibición de virtuosismo mimético no son difíciles de explicar. La máquina traductora, no se había ocupado para nada de la persona ni de la personalidad de Dostoyevski (ni hubiera podido hacerlo). En realidad pasó lo siguiente: la obra de Dostoyevski forma, en el espacio de significados, un sólido incurvado, parecido a un torus entreabierto, o sea "un anillo quebrado" (con laguna). La máquina emprendió, pues, la tarea relativamente fácil (para ella, evidentemente, que no para el hombre), de "cerrar" aquella "laguna" encajando en ella el eslabón que faltaba.
Podríamos decir que a través de las obras de la "serie principal" de Dostoyevski pasa el gradiente semántico cuya prolongación y, a la vez, "introducción en el circuito" es "Dievochka". Gracias a estas relaciones reciprocas entre las obras del gran escritor, los especialistas saben positivamente dónde, es decir, entre qué novelas debe situarse La niña. El leitmotiv, existente ya en Crimen y castigo, cobra más fuerza en Los endemoniados. El espacio que separa este libro de Los hermanos Karamazov constituye "la laguna abierta", colmada por la mimesis. Fue un gran éxito y al mismo tiempo una feliz casualidad, ya que los intentos ulteriores de incitar a las máquinas a una creación parecida respecto a otros autores, no dieron nunca más un resultado tan brillante.
La mimesis no tiene nada en común con la búsqueda del orden de las creaciones literarias basada en las biografías de los autores. Dostoyevski dejó un manuscrito sin terminar de la novela El emperador, pero las máquinas no hubieran podido "adivinarla" o "seguir su rastro", porque el escritor quería superar en ella sus propias posibilidades. En cuanto a La niña, existen actualmente, además de la versión original escrita por HYXOS, diferentes variantes confeccionadas por otros grupos traductores, pero los especialistas opinan que su valor es inferior. Hay entre ellas notables diferencias de composición, lo que es muy natural. No obstante, en todos esos apócrifos aparece la identidad de la problemática característica de Dostoyevski y llevada a una culminación desgarradora: la de la santidad en lucha con el pecado carnal. "



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