Lazarillo español (fragmento)Ciro Bayo
Lazarillo español (fragmento)

"Estos tesoros arquitectónicos están tan juntos como dientes de una piña; pero se necesita mucho tiempo para verlos. De ahí que fueran mis visitas repetidas y tan minuciosas, que aunque he vuelto a Sevilla posteriormente con billete kilométrico y billetes de Banco en la cartera, ninguna estadía me fue más provechosa que aquella.
Al pobre peregrino le pasa lo que al estudiante pobre, el cual estudia y aprende más que el rico. La lentitud de la marcha, la soledad del camino compenetran al peregrinante con el medio ambiente. Se detiene a fruir en paisajes clásicos; sorprende, al pie de los monumentos de piedra, el secreto maravilloso de la euritmia; se empapa de emanaciones apolíneas y dionisíacas. Cualquier otro modo de arribar un peregrino a una ciudad santa —y Sevilla lo es por sus monumentos, como Toledo, Burgos, Córdoba y Granada— es hacerlo sin consagración, pietista y poética. «Querer ir a Grecia —escribe Hauptmann, y yo lo aplico a mi cuento—, querer ir a ella en ferrocarril o en vapor parece casi tan absurdo como pretender escalar el cielo de la propia fantasía con una escalera».
Atravesando la ciudad, admiré también sus espaciosas plazas y señoriales calles y entre todas la calle de Sierpes, la arteria aorta de Sevilla, y, sin embargo, la más silenciosa; no pasan coches por ella; la ola de peatones circula por las losas del pavimento sin hacer más ruido que el de una reunión mundana en un salón u otro recinto cerrado; la gente se pasea o se planta a conversar entre lujosas tiendas, espléndidos cafés y alegres centros de reunión, abiertos de par en par. De noche, a la luz mate de los focos eléctricos, parece aquello un salón al aire libre. "



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