El horror que nos acecha (fragmento)Robert Bloch
El horror que nos acecha (fragmento)

"Ella le respondió con una sonrisa involuntaria, que se congeló al ver lo que contenía la habitación. Cualquier duda sobre su inspiración arquitectónica se desvaneció en las sombras de las cuatro paredes y en lo que allí acechaba.
Vitrinas de vidrio, montadas sobre losas de mármol, encerrando objetos que Kay apenas recordaba de su cursillo de egiptología, seguido en la universidad. Pero ahora las palabras y pinturas se convertían en realidades reconocibles.
En una de las vitrinas reposaba una gran piedra llevando el símbolo del áspid. En otra, el símbolo del fénix de la resurrección, Bennu con las alas desplegadas. Las demás contenían rollos de papiro, lápidas de bronce, urnas funerarias. En otro lugar había un modelo en miniatura de una embarcación sagrada, la que lleva los espíritus de los muertos para ser juzgados en el Más Allá. También había una representación, tamaño natural, de lo que la muerte deja atrás: cuatro canopes conteniendo el hígado, pulmones, estómago e intestinos de los difuntos. Los cuerpos, de donde fueron extraídos esos órganos, descansaban en ataúdes para momias, con los corazones todavía intactos, dormidos a través de los tiempos. Caras cuidadosamente protegidas, para que al encontrarse con los cuarenta y dos jueces de la muerte, éstos puedan reconocerlos.
Y desde las paredes triangulares, surgían grandes figuras de cobre, bronce y piedra. Criaturas esculpidas con cuerpos humanos y cabezas de animales: los dioses de Egipto.
Apis, con la cabeza de buey, Hathor con los cuernos, Sebek, el saurio de trompa, y Horus, con el pico de halcón, se erguían orgullosos. Bast y la Madre Sekhmet, inclinadas, mostrando sus feroces colmillos; Thoth con la silueta de ibis, Anubis, con hocico de chacal, se alzaban en la luz mortecina. Tras ellos, Nekhebet, con su cabeza de buitre, miraba fijamente la gran cabeza de carnero de Amón, el cráneo de escarabajo de Khepri. Buto, el hombre serpiente, y Typhonian, el animal que descansaba sobre Set, el Señor del Mal. Por encima de todos ellos, se erguía una figura, con la túnica cubierta de plumas, empuñando el cetro uas y llevando la corona atef (Osiris, Rey de la Muerte). "



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