La espada de Damocles (fragmento)Petros Márkaris
La espada de Damocles (fragmento)

"Cuando yo era joven, en Estambul se hablaban muchas lenguas. Se hablaba turco, griego, armenio y hebreo sefardí. Pero no se veía que hubiera integración. Las cuatro etnias vivían en sociedades paralelas. Bruselas también es una ciudad con sociedades paralelas. Los valones y los flamencos no son los únicos que viven separados. Los extranjeros que trabajan para las tres organizaciones tienen poco contacto con los belgas. La Unión Europea y la OTAN viven en mundos distintos. Los diputados del Parlamento Europeo sí que mantienen un estrecho contacto con la Comisión Europea y sus comisarios, pero, más allá de los contactos oficiales, no pasa de la escala nacional. Los alemanes se van con los alemanes; los griegos, con los griegos; los italianos, con los italianos; etcétera. Los políticos y los ciudadanos de los países europeos en los que hay inmigración suelen poner el grito en el cielo porque los inmigrantes viven en sociedades paralelas y no quieren integrarse. Pero los representantes de dichos países también viven en sociedades paralelas en Bruselas. El Parlamento Europeo es el que más se acerca a la integración europea. Allí se hablan las cosas abiertamente, y los parlamentarios son gente accesible que no tiene prejuicios o tiene muy pocos. La mayoría de los parlamentarios transmiten una imagen de Europa más objetiva que la de los funcionarios de la Comisión. Quizá se deba a que los parlamentarios están menos inmersos en la rutina política diaria de la Unión Europea que los funcionarios. O tal vez sea porque no tienen la misma opinión que la Comisión en todas las cuestiones y entre ellos critican abiertamente a la Comisión.
Pero no sólo hay una relación fría entre valones y flamencos. La relación entre el sur de Europa, por un lado, y los países centroeuropeos y del norte de Europa, por el otro, ha ido a peor desde el comienzo de la crisis. Esto se refleja en el plano político y también entre los funcionarios de los distintos países miembros. Los griegos se sienten muchas veces humillados por el resto de países centroeuropeos y del norte de Europa, con razón o sin ella. Cada vez tienen más la sensación de que los toleran, en lugar de aceptarlos. Los alemanes, por su parte, están sufriendo una especie de «extenuación griega». Los griegos son una carga para ellos, y creen que va a ser el cuento de nunca acabar. Esta sensación se nota sobre todo entre los expertos en economía, pero también la tienen otros funcionarios. Hasta los funcionarios del sur intentan alejarse de los griegos. Esto es algo que recalcan los políticos de los países del sur de Europa siempre que tienen ocasión, y los funcionarios de estos países de la Unión Europea también lo repiten.
Uno podría explicar esta postura como una falta de solidaridad. Pero en lo económico hay solidaridad. Grecia no es la única que recibe un apoyo solidario por parte de la Unión Europea. Lo que falta es la solidaridad entre las personas. Pero una falta de solidaridad sería una explicación demasiado simple. Lo que no se tuvo en cuenta en la unificación europea fueron los valores. El reto de los padres fundadores de la unificación europea fue crear una comunidad basada en los valores europeos comunes a partir de un continente con distintas historias nacionales, distintas culturas y distintas tradiciones. La comunidad original, la CEE, no era únicamente una comunidad económica europea, sino también una comunidad europea de valores. Los valores europeos comunes fueron el vínculo, el denominador común, que unificó a los estados europeos bajo un mismo techo. El objetivo era una diversidad con valores comunes. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com