Adela y yo (fragmento)Ramón J. Sender
Adela y yo (fragmento)

"Patricia no piensa casarse nunca conmigo para molestar así a su madre —a quien por ese hecho, como he dicho otras veces, pone fama de infiel y doble adúltera— y para mantener en mi padre la duda sobre nuestra relación incestuosa.
¡Desdichada Güeny, esposa putesca y emputecida de Davidson, mi padre! En cuanto a este, al nacer me puso Cristóbal, pero todos me llaman Cristóforo porque es lo que se suele llamar aquí a los Cristóbales. De ahí Cristóforo Columbus. Y mi padre sólo ha visto a Adela, una o dos veces, con una indiferencia de comerciante. Porque dijo: «La piel de esos animales es buena, pero no vale nada al lado del petit-gris de sus hermanos de la Siberia rusa, de donde vienen los gabanes de lujo». En cuanto a Colón, lo llamaron Cristóforo porque llevó a Cristo a las Américas. Creo que lo dije ya antes.
Lo peor del caso es que la señora del poodle apareció estando yo en el parque esperando a Adela. Llevaba un gabán de pieles de petit-gris —hacía fresco— y traía, como siempre, a su perro, que iba orinando al pie de cada árbol.
Yo no decía nada, pero ella se adelantó a hablar. Y dijo que había leído en una enciclopedia cosas sobre las ardillas que yo ignoraba y que debía enterarme antes de formar juicio. Sacó un papel y leyó solemnemente como si estuviera en una convención política: «He aquí algunos argumentos en contra de esos roedores que son sólo ratas con cola larga: causan en los bosques bastantes perjuicios: comen las semillas, destruyen los retoños, roen la corteza de los árboles jóvenes, si en la cercanía hay plantaciones de árboles frutales se dirigen a ellas durante la noche para robar los frutos. Y no por los frutos mismos, cuya pulpa desdeñan y arrojan al suelo, sino para llegar a las semillas que tienen las proteínas que buscan. Sus enemigos principales son el perro llamado ardero y la marta, pero los persiguen también otros animales carniceros de pequeña talla y muchas aves de presa y rapiña».
Aquí la dama alzó la voz para molestarme, y siguió leyendo con más énfasis: «El hombre las persigue también matándolas a tiros o cogiendo vivos los pequeñuelos para enjaularlos». Luego me miró intrépidamente y preguntó:
—¿Qué le pasa?
—¿Por qué no sigue leyendo? Yo sé muy bien lo que viene detrás de esas palabras. Dice que las ardillas se encariñan con el hombre que las trata amistosamente, lo conocen y distinguen entre los demás, acuden cuando las llaman por su nombre y son encantadoras de gestos y también inteligentísimas. Todo eso dicen las enciclopedias, pero usted prefiere callárselo.
Seguía ella en silencio —más por indignación muda que por aquiescencia— y yo miraba su gabán, del que parecía orgullosa. Por si había alguna duda me dijo, altanera:
—Sí, este gabán que está usted mirando es de piel de ardilla.
Suponiendo que ella es conservadora —por sus riquezas— yo le dije:
—Usted está ayudando a un país ateo y comunista.
—¿Yo?
—Ese petit-gris está fabricado con las pieles de las ardillas de la Siberia oriental, cuyo mercado enriquece a los comunistas rusos. Así usted conspira contra el régimen de su patria americana. A no ser —añadí benévolo y maligno— que sea un petit-gris falso, porque suelen imitarlo con pieles de conejo. "



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