A causa de la noche (fragmento)James Ellroy
A causa de la noche (fragmento)

"Sabiendo que no podía registrar personalmente el piso de Marty Bergen, se fue a su casa y llamó a la oficina del shériff de Hollywood Oeste, explicando brevemente el caso y transfiriendo a ellos el trabajo de registrar los moteles y detener a Marty Bergen si le encontraban; no les contó lo que sabía del extracto de la cuenta bancaria.
Surgían nuevos interrogantes en el laberinto en que se estaba convirtiendo el caso Herzog/Goff. ¿Se había suicidado Jungle Jack Herzog? En ese caso, ¿dónde estaba el cadáver, quién se había deshecho de él, y quién había borrado todas las huellas del piso? Las «extrañas» galeradas de Bergen indicaban que había visto los expedientes robados por Herzog. ¿Dónde estaban? ¿Cuál era el significado real de aquel artículo suicida? ¿Dónde se encontraba Bergen? ¿Hasta qué punto estaba complicado en el caso?
No conseguía que encajase nada; Lloyd reconoció que se sentía desequilibrado, hambriento y empezando a perder el contacto, y que el remedio mejor era una tarde de descanso. Cenó unas lonchas de jamón y un tarro de queso fresco; salió a la terraza a contemplar el ocaso fundirse con la oscuridad, encantado ante la idea de no pensar.
Pero pensó.
Recordó las colinas en terrazas y las casas de los antiguos moradores y aquellas noches en vela de los años cincuenta oyendo los aullidos de los perros encerrados en la perrera municipal, a dos manzanas de su casa. Al barrio de Silverlake le pusieron el mote de «Villaperros»; en el 55 y 56 formaba parte de la banda de los chavales de Villaperros; a él le llamaban «Hombre Perro» y «el Rescatador». Los constantes alaridos, aunque lastimeros, eran como combustible de un sueño misterioso y romántico. Algunas noches los perros se abrían camino con dientes y garras a la libertad, aunque sólo para quedar aplastados por autos trucados en la curva sin visibilidad junto a la ventana de su cuarto. Cuando iba por la mañana al colegio ya había retirado los restos y el viejo «señor» Hernández, el vecino, había regado el asfalto; pero Lloyd sentía y olía, casi cataba la sangre. Y al cabo de un tiempo ya no se pasaba la noche escuchando, sino que se encogía antes del inminente atropello.
Aquel otoño del 56 quedó en los huesos de no dormir; tenía que hacer algo para recuperar aquella sensación de milagro que siempre sintió después del oscurecer. Porque la noche estaba para descansar y tener bellos sueños, y sólo el que luchaba por su santuario merecía tener un recinto propio.
Lloyd inició el ataque contra la muerte. Primero construyó en casa, con cartón y letreros, un desvío para cerrar los dos extremos de la «curva del perro muerto» y evitar el paso de conductores temerarios. El truco funcionó dos noches hasta que un esnifador de pegamento, de la banda de la Calle Primera, estrelló su Chevy contra la valla y embistió una serie de coches aparcados en la acera para acabar chocando de culo con un coche patrulla.
Al día siguiente, después de pagar la fianza, salió en busca del cabrón que había colocado aquellos cartones, sonriendo cuando se enteró que era un chaval de catorce años, algo loco, llamado Hombre Perro y Rescatador. Un chalado dispuesto a pasar la noche en un saco de dormir en la curva del perro muerto para que nadie jugase a carreras en su parcela.
Aquella noche, el joven Lloyd Hopkins, de catorce años, uno ochenta y cinco y ochenta kilos, empezó una serie de peleas a puños desnudos que dejaron como anticuados los apodos de Hombre Perro y Rescatador para ganar un nuevo mote: Conquistador. Las peleas duraron diez noches seguidas, ocasionándole dos roturas de nariz y un total de cien puntos de sutura, pero acabó con los bólidos temerarios en el cruce de Griffith Park con Saint Elmo.
Cuando su nariz curó por segunda vez y sus manos hinchadas recobraron su dimensión normal, Lloyd abandonó la pandilla de Villaperros. Sería un policía y no estaba bien que en su historial constaran antecedentes de bandas callejeras.
Volvió con sobresalto al presente al oír el timbre del teléfono. Se fue a la cocina y lo cogió. "



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