Estudios penitenciarios (fragmento)Concepción Arenal
Estudios penitenciarios (fragmento)

"El origen de la pena, como el de la calificación de lo que es bueno y malo, está en la conciencia humana: ya se la estudie en la historia, ya en el individuo, se ve que es un impulso espontáneo, un movimiento indeliberado, una afirmación de la justicia, enfrente de la negación que con el delito hace el culpable. Todos esos cálculos y motivos de propia conveniencia, supuestos por algunos como causa del deseo de castigar al culpable, provienen del error de suponer que se hace por razón todo lo que puede razonarse después de hecho, y que lo razonable es cosa idéntica a lo reflexivo. ¿Qué cosa más razonable y menos reflexionada que el cerrar instantáneamente los ojos cuando se acerca a ellos un cuerpo que puede causarles daño? La razón dice que, a no ser por lo que hace la madre sin razonar, el niño no podría vivir. Donde quiera que nuestra naturaleza tiene una necesidad urgente, hay un impulso espontáneo para acudir a ella, no confiando a la reflexión del hombre, que a veces es tarda, a veces se extravía, lo que debe resolverse pronta y rectamente.
Siendo la justicia una necesidad humana, corresponde a esta necesidad un espontáneo impulso para satisfacerla; se razona, pero se ha sentido primero. El hecho precede a la teoría; hay penas impuestas antes que leyes escritas, y los tribunales preceden con mucho a las academias de jurisprudencia. Aunque no exacta, alguna idea da de los pueblos poco cultos, con respecto a la pena, el hombre ignorante y grosero de nuestra época. A la vista de un crimen se enciende en espontánea cólera contra el criminal, pide que le castiguen, y casos hay en que si no se le contiene, se toma por su mano lo que él llama la justicia: todos los días estamos viendo que la fuerza pública tiene que proteger a los criminales contra la cólera del pueblo excitada por un gran crimen. Las muchedumbres en semejantes casos pueden ser brutales, crueles, como lo eran las costumbres y las leyes de otros tiempos, pero no obedecen a ningún interés personal, a ningún cálculo mezquino: por no haber sabido dirigir un impulso, se extravían; pero el impulso es bueno, es el sentimiento de la justicia, y la afirman pidiendo que no se equipare el justo al perverso, que el criminal no quede impune, que quien tiene culpa sufra pena. Aun en los tiempos en que la pena tenía apariencia de rencorosa satisfacción personal, y hasta el nombre de venganza, se ve que partía de un sentimiento de equidad, y que la vindicta pública era en el fondo justicia pública; tal como podía comprenderse en una época de dureza y de ignorancia; tal como podía practicarse en pueblos que carecían de medios materiales para intentar la corrección del delincuente. "



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