Ingram

Rex Ingram


 Irlanda | 1892-1950






















1923 | 31 años
Scaramouche  
Scaramouche (música de 2000)
D: Rex Ingram
M: Jeffrey Silverman




















1926 | 34 años
Mare Nostrum  
Mare Nostrum
D: Rex Ingram
M: William Axt




Otros Films:

1921 EUGENIA GRANDET
1921 LOS CUATRO JINETES DEL APOCALIPSIS
1922 EL JUEGO DE LA VIDA
1922 EL PRISIONERO DE ZENDA
1922 MUJERES FRIVOLAS
1923 EL PESCADOR DE PERLAS
1924 EL ARABE
1926 EL MAGO
1927 EL JARDIN DE ALA
1928 TRES PASIONES
1933 BAROUD



Biografía:
    Director de cine irlandés, el más reputado cineasta del Hollywood de los años 20 junto a David Wark Griffith. Nacido en Dublín, sus inquietudes artísticas le llevaron a estudiar Arte en la Universidad de Yale, pero emigraría a los Estados Unidos en 1911. Debutó como director en 1916 con ‘The Great problem’, pero su primera película importante, tras una docena de trabajos menores, sería ‘Los cuatro jinetes del Apocalipsis’ (1921), adaptación de la novela homónima de Vicente Blasco Ibáñez, cuyo espectacular éxito de taquilla mediatizaría la figura de uno de sus intérpretes, Rodolfo Valentino, como ídolo de masas del momento. Desde entonces, Ingram pasaría a dirigir los empeños más ambiciosos de Hollywood: ‘El prisionero de Zenda’ (1922), ‘Scaramouche’ (1923), ‘El árabe’ (1924), ‘Mare Nostrum’ (1926) o ‘El Jardín de Alá’ (1927), entre otros. Rex Ingram, uno de los directores con mayor talento plástico de su época, monopolizó en vida un prestigio que el tiempo no ha confirmado. Pese a que Erich Von Stroheim lo consideraba “el director más grande del mundo” -afirmación hiperbólica-, en ningún momento llegó a las cimas de inspiración de un cineasta como King Vidor, si bien superó ampliamente a cineastas como el prestigioso y estilísticamente anónimo Fred Niblo; el cine de Ingram, ampuloso y esteticista, rico en hallazgos notables, pero a menudo dramáticamente inerte, resulta hoy envejecido, incluso coyuntural, mientras que las películas mudas de Vidor mantienen incólume toda su frescura, absoluta vigencia y radical modernidad. Ingram, que no supo adaptarse a los nuevos cambios que estaba desencadenando el cine sonoro, se extinguió con el mudo, pese a una tentativa en el sonoro, ‘Baroud’ (1933), con la que cerraría su filmografía.  © José Antonio Bielsa



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