Hsiao-Hsien

Hou Hsiao-Hsien


 Taiwán | 1947






















1998 | 51 años
Flores de Shangai  
Hai shang hua
D: Hou Hsiao-Hsien
M: Yoshihiro Hanno




















2001 | 54 años
Millenium Mambo  
Qianxi manbo
D: Hou Hsiao-Hsien
M: Lim Giong




















2003 | 56 años
Café Lumiere  
Kôhî jikô
D: Hou Hsiao-Hsien
M: Yousui Inoue




















2015 | 68 años
Assassin, The  
Nie yin niang
D: Hou Hsiao-Hsien
M: Lim Giong




Otros Films:

1980 CUTE GIRL
1981 PLAY WHILE YOU PLAY
1983 ALL THE YOUTHFUL DAYS
1983 THE GREEN, GREEN GRASS OF HOME
1983 THE SANDWICH MAN
1984 A SUMMER AT GRANDPA'S
1985 THE TIME TO LIVE AND THE TIME TO DIE
1986 DUST IN THE WIND
1987 DAUGHTER ON THE NILE
1989 CIUDAD DOLIENTE
1993 EL MAESTRO DE MARIONETAS
1995 GOOD MEN, GOOD WOMEN
1996 GOODBYE SOUTH, GOODBYE
2005 TIEMPOS DE AMOR, JUVENTUD Y LIBERTAD
2008 EL VUELO DEL GLOBO ROJO



Biografía:
    Director de cine taiwanés nacido en Meixian, Guangdong. Su cine está plagado de estos instantes sublimes, de elegantes planos secuencia dignos de un orfebre en los que no hay grandes acciones sino pequeños gestos de los intérpretes, repentinos golpes de aire y halos de luz que se filtran en la escena; incursiones “realistas” que insuflan fluidez a los espacios ordenados (y encuadrados) por el director. Es fácil constatar que el cineasta trabaja al detalle la puesta en escena y suele situar la cámara a una distancia preventiva, casi digna de la etapa primitiva. Lo suyo es, más bien, respeto a la mirada del espectador y confianza en el fluir del tiempo en un espacio por el que la cámara apenas se mueve. No hay, por tanto, ni fragmentación, ni planos/contraplanos, ni apenas música que subraye emociones. Todo es más sutil y, quizás, más arduo de aprehender para quien no esté dispuesto a mirar cada plano como si se tratase de un tapiz plagado de texturas y de genuinos movimientos. Por ejemplo, en Café Lumière (2003) la cámara guarda una cierta distancia y permanece quieta, quizá para que percibamos que el espacio puede definir a un personaje o en que nos tomemos un tiempo para mirar y descubrir que siempre ocurren cosas que merecen ser vistas, un reflejo del sol, un objeto en el que nunca repararíamos, un perro ―como ocurría en los Lumière― que surge repentinamente del fuera de campo. También hay un exceso de cálculo en algunas de sus recreaciones históricas como Flores of Shanghai (1998) o el segundo segmento de Tiempos de amor, juventud y libertad (2005); o las lágrimas del protagonista de Dust in the Wind (1986) cuando recibe por carta el aviso de que su compañera ha encontrado un nuevo pretendiente. La memoria es selectiva, sí. Y el gusto es subjetivo, también. Pero más allá de las filias de cada uno, entiendo que hay una serie de constantes estéticas que justifican la alta consideración crítica de Hou y que bien merecen el estudio de su cine. Una de las más particulares ―y que más ha ido depurando durante su trayectoria― sería la referente a la construcción de los espacios interiores y, más concretamente, de las habitaciones. En la primera etapa de su filmografía ya asistimos, entre puertas corredizas y ventanas, a los encuentros de personajes alrededor de una mesa donde (cual miembros de una familia de Yasujiro Ozu) discuten sobre lo que han sido y lo que nunca llegaron a ser, pero será en sus últimas películas donde mejor se constatará esta predilección por las alcobas. Es el caso de una de las muchas secuencias genuinamente compuestas de Goodbye South, Goodbye (1996), aquella que ocurre en un dormitorio donde la densidad de tonalidades, la superposición de objetos y el juego de los claroscuros consigue que uno de los personajes se funda con el espacio y luego aparezca repentinamente ante nuestros ojos, descansando en una cama en la que no habíamos reparado. Este tipo de detalles, solo perceptibles en una contemplación atenta del cuadro, confirman la complejidad formal de un cine que no solo plantea la dualidad interior/exterior, sino que también juega con distintos tiempos al entrelazar la Historia del país y las vivencias de sus habitantes.

En efecto, la obra de Hou no puede comprenderse sin todo lo que representa Taiwán para los que allí residen. Puede que los graves acontecimientos históricos no monopolicen sus películas, pero sí las contaminan hasta el punto de dejar entrever ―tal como nos recuerda la voz en off del propio cineasta en el arranque de la autobiográfica A Time to Live, A Time to Die (1985)― que la experiencia personal no puede desligarse del contexto histórico, del peso del pasado y de sus influencias en el presente. El futuro de cada individuo, pues, vendrá condicionado por una serie de situaciones que escapan a su control; situaciones ante las que este poco puede hacer, si acaso rebelarse y huir hacia adelante, como intenta infructuosamente Gao en Goodbye South, Goodbye o como sí logra parcialmente Vicky en Millenium Mambo (2001) cuando, al final de la película, se asienta en Japón y evoca su pasado sin dolor, solo con cierta melancolía. Reinventarse, sin embargo, nunca va a ser fácil. El mismo Hou, en tanto que autor, lo ha perseguido en la década del 2000: acercándose a la juventud (e incluso filmándola en planos cercanos) y exiliándose de su país. No por casualidad los medios de transporte son omnipresentes en la obra del cineasta y marcan las constantes transiciones de sus individuos. Ya sea en ferrocarril, el más común, el más cinematográfico, en coche o en bicicleta, sus personajes nunca dejan de moverse y Hou les dedica toda su atención en evocadoras secuencias solitarias. Quizá quiera recordarnos aquello tan manido (pero tan poco representado) que lo esencial es el viaje, la búsqueda constante del propio yo. Por fortuna, este trayecto imparable no siempre conduce a la monotonía y también tiene sus puntos álgidos. El director de El vuelo del globo rojo (2008) es uno de los mejores captándolos. Son, de nuevo, cápsulas temporales para el recuerdo, pequeños instantes de éxtasis en las vidas de una serie de individuos comunes que ven su existencia congelada en deslumbrantes ráfagas de luz. Un encuentro en un vagón en Café Lumière. Un descenso en motocicleta junto a un par de amigos en Goodbye South, Goodbye. Un baile ante las olas del mar en The Boys from Fengkuei. Un abrazo frente a un espejo de reflejo incierto en Good Men, Good Women. Un túnel de neones cruzado a cámara lenta en Millenium Mambo. Todos ellos forman parte ya de la memoria visual constituida por un cineasta que, aun permaneciendo lejos, está cerca, en nuestra estricta intimidad, en la de la gente corriente.  © Carles Matamoros


Galardones:
1 Venecia Ciudad doliente, 1989



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