Baquedano

Isabel Baquedano


 España | 1936-2018




1978 | 42 años
Estación de autobuses
Acrílico sobre lienzo.
Colección particular




1978 | 42 años
Mujer sentada en la cama
Acrílico sobre lienzo.
Museo de Navarra. Pamplona




1985 | 49 años
Autorretrato dibujando
Óleo sobre lienzo.
Colección particular




2003 | 67 años
Malabaristas
Acrílico sobre lienzo.
Colección particular




Biografía:
    Pintura figurativa española nacida en Mendavia, Navarra. En 1950 se trasladó a Madrid, donde se formó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, y, en 1957, ganó una plaza como profesora de Dibujo en la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona, lo que le permitió sobrevivir materialmente e ir perfilando su personal estilo pictórico de orientación figurativa realista, pero con un sello personal de elegante sutileza, donde el adusto paisaje urbano se transfiguraba con delicados toques cromáticos. En 1960 presentó su primera exposición individual en Pamplona, mostrando a continuación, en esta y las siguientes décadas, su obra con cierta regularidad en diversas galerías y centros de exposiciones de Madrid, a través de lo cual obtuvo un cierto reconocimiento crítico, aunque quizás no el suficiente para la original calidad de su arte, por esa su tendencia a encerrarse discretamente en su mundo íntimo. Sea como sea, al margen de las circunstancias, Baquedano fue dando forma a su particular universo de manera constante, sintetizando cada vez más las formas y logrando dar una peculiar pátina sorda a sus colores aplanados de estirpe matissiana, un poco como retractivamente quedándose solo con lo esencial. Con ello su pintura se hizo etérea y muy espiritualizada, concordante con una temática en la que la realidad cotidiana se fue girando hacia asuntos clásicos en la representación de la intimidad femenina, como las Anunciaciones de la Virgen María, tratadas muy próxima a los maestros del siglo XV italiano. En este sentido, consiguió la reducción de lo simbólico a los momentos y gestos esenciales de la narración, mientras que formalmente destiló una composición apurada al extremo, las figuras silueteadas con una afilada trama, el aplanamiento cromático y la apurada atmósfera en luminosa sordina. Esta economía de medios estuvo siempre al servicio de intensificar al máximo el testimonio de lo que creía verdadero, una virtud tan moral como estética. Por último, hay que destacar el hecho de que Isabel Baquedano estuvo centrada en su obra hasta el momento mismo en que le sorprendió la muerte, y mientras preparaba una exposición para el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Su arte, embebido en el silencio, deja tras de sí una estela cantarina, como el eco de las notas musicales de un canto de maitines de un convento. Una resonancia purificadora que se queda indefinidamente fijada en el aire. Fue Baquedano un ejemplo de recogimiento.  © Francisco Calvo Serraller



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