Cano

Alonso Cano


 España | 1601-1667




1641 | 40 años
Dos reyes de España
Óleo sobre lienzo.
Museo del Prado. Madrid
165 x 227 cm.



1648 | 47 años
El milagro del pozo
Óleo sobre lienzo.
Museo del Prado. Madrid
216 x 149 cm.



1660 | 59 años
San Bernardo y la Virgen
Óleo sobre lienzo.
Museo del Prado. Madrid
267 x 185 cm.



1660 | 59 años
San Jerónimo Penitente
Óleo sobre lienzo.
Museo del Prado. Madrid
177 x 209 cm.



Biografía:
    Pintor, escultor y arquitecto español, fue una de las figuras más destacadas del barroco. Nació en Granada en 1601, hijo de un tracista y ensamblador de retablos. En 1614 se trasladó a Sevilla y dos años más tarde entró como aprendiz en el taller de Francisco Pacheco, donde conoció a Velázquez. En 1638 se trasladó a la capital como pintor y ayuda de cámara del conde-duque de Olivares. Tras su paso por la corte madrileña, donde entró en contacto con las colecciones reales y la pintura veneciana del siglo XVI, el tenebrismo de sus primeras obras deja paso a un estilo idealizado, clásico, de una calidad similar a la de los mejores pintores españoles, que huye del realismo en favor de las formas delicadas, bellas y graciosas, al igual que hizo también con sus obras escultóricas y arquitectónicas. Tras la muerte de su segunda esposa en extrañas circunstancias, huyó a Valencia para escapar de la acusación de asesinato que pesaba sobre él y se refugió en la cartuja de Porta-Coeli. En 1645 volvió a Madrid y en 1652 se trasladó a Granada, donde fue nombrado racionero de la catedral y falleció quince años más tarde. De esa última etapa es su obra maestra como pintor, una serie de siete lienzos sobre la Vida de la Virgen (1654) para el altar mayor de la iglesia. En lo que respecta a su labor como escultor, por la que es más conocido, Alonso Cano se formó en el taller de Martínez Montañés, realizando numerosas esculturas de tema religioso en madera policromada. De su maestro adoptó la contención expresiva y el clasicismo formal, añadiendo su gusto personal por lo delicado y menudo. Entre sus primeros trabajos del periodo sevillano se encuentran el retablo de Nuestra Señora de la Oliva (Lebrija, 1629-1631) y el San Juan Bautista de la iglesia de San Juan de la Palma de Sevilla (1634), así como varias Inmaculadas y figuras del Niño Jesús. Durante su etapa en Madrid abandonó temporalmente la escultura hasta su vuelta a Granada. Entre sus últimas obras destacan las cuatro esculturas monumentales de San José, San Antonio de Padua, San Diego de Alcalá y San Pedro de Alcántara para el convento del Santo Ángel, destruidas durante la guerra de la Independencia. Como arquitecto diseñó la fachada de la catedral de Granada (1667), en la que destaca el sorprendente efecto de profundidad, logrado al rehundir sus tres grandes arcadas, y su gran riqueza decorativa.  © M.E.



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