1450 | 30 años San Jerónimo penitente Temple sobre tabla de castaño. Staatliche Museen. Berlín 51 x 38 cm. |
1460 | 40 años Angel Fresco. San Francesco. Arezzo 70 cm. |
1466 | 46 años Sueño de Constantino Fresco. San Francesco. Arezzo 329 x 190 cm. |
1466 | 46 años Federico de Montefeltro Témpera sobre tabla. Galeria de los Uffizi. Florencia 47 x 33 cm. |
1466 | 46 años Battista Sforza Témpera sobre tabla. Galería de los Uffizi. Florencia 47 x 33 cm. |
1470 | 50 años La ciudad ideal Tabla. Galería Nacional de las Marcas. Urbino 60 x 200 cm. |
1470 | 50 años El milagro de Santa Isabel Técnica mixta sobre tabla de álamo. Galería de Umbría. Perugia 36 x 49 cm. |
1485 | 65 años La Natividad Óleo sobre tabla. National Gallery. Londres 124 x 123 cm. |
Biografía: Pintor italiano del temprano renacimiento. Fue el pintor más importante del periodo central del quattrocento y también el primero en intentar aplicar de manera sistemática la perspectiva geométrica a la pintura. Nació en Borgo San Sepolcro, un pequeño pueblo del sur de la Toscana, hacia 1420. Parece que estudió arte en Florencia, aunque desarrolló su carrera en otras ciudades entre las que destacan Roma, Urbino, Ferrara, Rimini y Arezzo. Recibió una fuerte influencia tanto de Masaccio como de Domenico Veneziano. La solidez y rotundidad de sus figuras derivan de Masaccio, mientras que de Domenico tomó el gusto por los colores delicados y las escenas bañadas por una luz natural fría y clara. A estas influencias añadió un innato sentido del orden y la claridad. Escribió tratados sobre geometría y perspectiva, además de reflejar ambos temas en sus obras. Concibió la figura humana como un volumen cuya correcta articulación en el espacio es posible gracias a una rigurosa construcción plástica y a una utilización nueva de la luz. Casi todas sus obras son de carácter religioso —básicamente altares y frescos para las iglesias— aunque su sereno y noble díptico del duque de Urbino en el que retrata a Federico de Montefeltro y su mujer Battista Sforza (1465, Uffizi, Florencia) es una de sus pinturas más famosas. El indiscutible punto culminante de su carrera fue la serie de grandes frescos La leyenda de la Vera Cruz (c. 1452-1465) para la Iglesia de San Francesco en Arezzo, en los que presenta escenas de sorprendente belleza, con taciturnas y majestuosas figuras fijadas en un espacio claro, cristalino. Estos frescos se caracterizan por los grandes contrastes —tanto en el tema como en el tratamiento— que crean un poderoso efecto de grandiosidad. Así por ejemplo, los desnudos de la Muerte de Adán contrastan con las figuras ataviadas suntuosamente de Salomón y la reina de Saba, y la brillante luz diurna del Triunfo de Constantino con la oscuridad del Sueño de Constantino (una de las primeras escenas nocturnas del arte occidental). Además, cada fresco se organiza en dos secciones —dos espacios cuadrados dentro de una estructura rectangular— que contribuyen a crear un marcado sentido del ritmo. Los últimos trabajos de Piero della Francesca muestran una probable influencia del arte flamenco, que supo asimilar sin traicionar con ello su personal estilo monumental. En obras tales como la Virgen de la Senigallia (c. 1470, Galería de Urbino) se aprecia, junto a sus propuestas originales, una preocupación por el detalle y un tratamiento de la naturaleza muerta típicamente flamencos. Ciertos aspectos de su pintura tuvieron una significativa importancia en pintores del norte de Italia como Mantegna y Giovanni Bellini, así como también en Rafael, pero su arte fue, en general, demasiado individual y personal como para influir con fuerza en la gran corriente de arte florentino. © M.E. |