1791 | 24 años El sueño de Endimión Óleo sobre lienzo. Museo del Louvre. París 198 x 261 cm. |
1797 | 30 años Retrato de J. B. Belley Óleo sobre lienzo. Palacio de Versalles 159 x 113 cm. |
1798 | 31 años Mademoiselle Lange como Venus Óleo sobre lienzo. Colección particular |
1800 | 33 años Autorretrato Óleo sobre lienzo. Hermitage. San Petersburgo 59 x 46 cm. |
1801 | 34 años Apoteosis de los héroes franceses que murieron por su país Óleo sobre lienzo. Musée National du Château de Malmaison 182 x 192 cm. |
1806 | 39 años Escena del diluvio Óleo sobre lienzo. Museo del Louvre. París 441 x 341 cm. |
1808 | 41 años Retrato de Chateaubriand Óleo sobre lienzo. Musée de Saint-Malo 130 × 96 cm. |
1808 | 41 años El Entierro de Atala Óleo sobre lienzo. Museo del Louvre. París 207 x 267 cm. |
1810 | 43 años Los insurgentes de El Cairo Óleo sobre lienzo. Musée National du Château. Versalles 365 x 500 cm. |
1814 | 47 años Apolo Óleo sobre lienzo. Castillo de Compiègne. París 184 × 67 cm. |
1815 | 48 años Minerva entre Apolo y Mercurio Óleo sobre lienzo. Castillo de Compiègne. París 320 × 260 cm. |
1819 | 52 años Pigmalión y Galatea Óleo sobre lienzo. Museo del Louvre. París 253 × 202 cm. |
Biografía: Pintor e ilustrador francés, figura relevante del período de transición habido entre el neoclasicismo de Jacques-Louis David y las primeras manifestaciones del romanticismo pictórico galo. Sus comienzos aparecen dominados por el estilo de su maestro David, cuya influencia nunca le abandonaría. La fama le llegará en 1789, al ganar el Premio de Roma por su obra ‘José reconocido por sus hermanos’. El giro hacia el romanticismo lo marca ‘El sueño de Endimión’ (1791), donde la caligrafía del clasicismo ya aparece violentada en aras de una nueva plástica, más etérea e inestable, y en la que el tema no es sino un pretexto para la evocación de una atmósfera de irreal subjetividad. Con esta obra, firmada a los veinticuatro años de edad, Girodet llegaba al límite de sus posibilidades expresivas. En los años que le restaban de carrera no entregaría nada mejor. Desde entonces habría de reiterar el insuperable modelo, o bien regresar sobre sus pasos hacia el neoclasicismo de su maestro. A medio camino entre tales presupuestos se sitúa una de sus mejores telas, ‘El entierro de Atala’ (1808), obra de raro equilibrio y magistral empleo de la luz, pero que nada nuevo añade a ‘El sueño de Endimión’. Tras este relativo triunfo, Girodet engrosará su producción con algunos opúsculos de átona suntuosidad, donde los asuntos literarios y la teatralidad compositiva se manifiestan aparatosamente, como bien ilustra su último timbre de gloria, ‘Los insurgentes de El Cairo’ (1810), perfecto muestrario de todos los clisés de la pintura de historia de David. Menor atractivo presentan sus retratos de personalidades de la época, en los que los intereses oficiales y la pompa escenográfica van de la mano. La década de 1810 supone el comienzo de su decadencia, dedicando su tiempo mayormente a la ilustración de libros. Sus últimas obras, entre las que podemos mencionar ‘Pigmalión y Galatea’ (1819), adolecen de la estrechez de miras del ilustrador convencional, no tanto en las calidades técnicas -en cualquier caso bien inferiores- como en el espíritu esgrimido, completamente aburguesado, acartonado y trivial. Girodet falleció en París, el 9 de diciembre de 1824. © José Antonio Bielsa Galardones: Premio de Roma (1789) |