El misterio de los temperamentos (fragmento)Rudolf Steiner
El misterio de los temperamentos (fragmento)

"Únicamente la verdadera ciencia espiritual puede dilucidar e investigar algo así como los temperamentos humanos, de modo que puedan servir al bien y a la real bendición de la vida, tanto para una vida joven, como para una adulta. Con la ayuda del conocimiento de los temperamentos, el hombre puede tomar en sus manos su autoeducación. La razón nos dice: nuestro temperamento sanguíneo nos hace muchas jugadas y amenaza con desbordarse en un modo de vida irresoluto, giramos continuamente de una cosa a otra. Para controlar esta tendencia hay que elegir los caminos correctos. El sanguíneo no llegará a la meta diciendo: tengo un temperamento sanguíneo, debo sacarme esta costumbre. La razón, aplicada así directamente puede desembocar en un obstáculo, en cambio podrá lograr mucho por el camino indirecto. La razón es la fuerza anímica más débil, y consigue muy poco confrontada con fuerzas anímicas más potentes, como son los temperamentos. Sólo puede actuar indirectamente. Por más que el hombre se reconvenga a sí mismo: concéntrate por una vez en algo, su temperamento sanguíneo siempre volvería a jugarle una mala pasada. Solamente puede contar con una fuerza que posea realmente. Detrás de la razón deben existir otras fuerzas. ¿Puede el sanguíneo contar con algo más que su temperamento sanguíneo? También para la autoeducación es necesario que se trate de hacer realmente lo que la razón podría hacer directamente. El hombre tiene que contar con su temperamento sanguíneo: las auto-represiones no sirven para nada. Lo que importa es aplicar la disposición sanguínea ahí donde corresponde aplicarla. Hay que tratar de no mostrar interés por ciertas cosas que a uno le interesan. Nuestra razón nos puede brindar experiencias en las cuales se justifica el interés pasajero del sanguíneo. El debe buscar deliberadamente situaciones que le traen cosas que no le interesan y cuantas más mejor. Cuando podamos crear condiciones, aunque insignificantes, en que se justifica el interés pasajero, notaremos cómo producen efectos; insistiendo en estos ejercicios veremos que este temperamento sanguíneo adquiere fuerzas que lo transforman.
Asimismo, se puede curar al colérico observando la cuestión desde el ángulo de la ciencia espiritual. Para el temperamento colérico conviene elegir objetos, o crear situaciones con la ayuda del raciocinio, en las cuales es inútil que rabiemos, donde nuestra furia llega al absurdo. Cuando el colérico nota que su agitación interior necesita desahogo, tiene que buscar en lo posible situaciones exteriores fáciles de manejar, y tratar de gastar sus energías de modo más vehemente en acontecimientos y hechos de poco alcance. Si busca algo insignificante que no le opone resistencia podrá encauzar su temperamento colérico unilateral por buen camino.
Al darnos cuenta de que la melancolía nos quiere vencer procuraremos crear obstáculos exteriores justificados, con la voluntad de emprenderlos íntima-mente. De esta manera desviaremos nuestro interior hacia el dolor y nuestra tristeza hacia objetos que están fuera de nosotros. La razón está capacitada para hacerlo. El temperamento melancólico no debe pasar con indiferencia al lado de los dolores y los sufrimientos, sino que tiene que buscarlos, tiene que compartirlos para que su dolor propio sea desviado hacia las cosas y circunstancias legítimas. "



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