Dulce pájaro de juventud (fragmento) "CHANCE.— Hace mucho que dejé de rastrear las fuentes de los rumores que corren sobre mí. Por supuesto, es halagador, es gratificante saber que todavía se habla de uno en la vieja ciudad natal, a pesar de que lo que digan sea completamente fantástico. Ja, ja, ja. (El pianista vuelve a tocar «Quiéreme mucho»). SEÑORITA LUCY.— Chiquito, en cierta forma estás cambiado, pero no puedo decir en qué. Todos ustedes ven un cambio en él, ¿o sólo ha envejecido? (Se sienta junto a Chance). CHANCE.— (rápidamente): Cambiar es vivir, Lucy, vivir es cambiar y no cambiar es morir. Sabes eso, ¿no? Antes a veces me asustaba. Ahora no me asusta. ¿Te asusta a ti, Lucy? ¿Te asusta? (Detrás de la espalda de Chance ha aparecido una de las chicas y les ha dicho por señas a los muchachos que se reúnan con ellas afuera. Scotty asiente y levanta dos dedos para darle a entender que irán en un par de minutos. La chica vuelve a salir con una rabiosa sacudida de la cabeza). SCOTTY.— Chance, ¿sabías que el Jefe Finley esta noche tiene una reunión aquí de «La juventud a favor de Tom Finley»? CHANCE.— Vi los carteles en toda la ciudad. BUD.— Va a dejar en claro su posición sobre ese asunto de la castración que ha hecho tanto ruido en el estado. ¿Te habías enterado de eso? CHANCE.— No. SCOTTY.— Ha de haber estado en algún satélite terrestre si no se enteró de eso. CHANCE.— No, sólo fuera de St. Cloud. SCOTTY.— La cosa es que eligieron a un negro al azar y lo castraron al cretino para demostrar que en este estado van en serio con el tema de proteger a las mujeres blancas. BUD.— Alguna gente piensa que fueron demasiado lejos. Los del norte han agitado muchísimo la opinión pública en todo el país. SCOTTY.— El Jefe va a dejar en claro su posición sobre ese asunto en su reunión con la juventud en el Salón de Baile Cristal de arriba. CHANCE.— Ajá. ¿Esta noche? STUFF.— Sí, esta noche. BUD.— Dicen que Heavenly Finley y Tom Junior estarán en el estrado con él. BOTONES.— (entrando): Llamando a Chance Wayne. Llamando… (Edna lo corta en seco). CHANCE.— Dudo de esa historia, en cierta forma dudo de esa historia. SCOTTY.— ¿Dudas de que caparon a ese negro? CHANCE.— Oh, no, eso no lo dudo. Saben lo que es eso, ¿no? Eso es envidia sexual y la venganza por envidia sexual es una enfermedad generalizada con la que me he topado personalmente demasiado a menudo como para dudar de su existencia o de cualquiera de sus manifestaciones. (El grupo echa atrás sus sillas, en actitud despectiva. Chance toma el mensaje de manos del Botones, lo lee y lo arroja al suelo). Eh, Stuff… ¿qué tiene que hacer uno para conseguir un trago en este lugar, pararse de cabeza?… (Al Botones): Dígale que iré más tarde… Lucy, ¿puedes conseguir que ese tarado de los refrescos Walgreen me dé una medida de vodka con hielo? (Ella le chasquea los dedos a Stuff. Él se encoge de hombros y derrama un poco de vodka sobre hielo). SEÑORITA LUCY.— Chance, eres demasiado gritón, chiquito. CHANCE.— No lo suficiente, Lucy. No. Lo que quise decir es que dudo de que Heavenly Finley, la única que conozco en St. Cloud, acepte estar de pie en un estrado junto a su padre mientras él explica y excusa en televisión la castración al azar de un negro joven que agarraron en la calle después de medianoche. (Chance está hablando con una excitación casi incoherente, con una rodilla apoyada en el asiento de su silla, sacudiéndola de adelante hacia atrás. El Provocador asoma el rostro detrás del diario; una velada sonrisa feroz se extiende sobre su rostro mientras se inclina hacia delante, con los músculos de la garganta tensos, para oír el estallido de oratoria de Chance). ¡No! Eso es lo que no creo. Si lo creyera, ah, les daría una exhibición de saltos ornamentales. Saltaría desde el muelle municipal y nadaría derecho hasta el Cayo Diamante y más allá, y seguiría nadando hasta que los tiburones y las barracudas me tomaran como carnada, hermano. (Su silla se tumba hacia atrás y él cae tendido en el piso. El Provocador pega un salto para ayudarlo. La Señorita Lucy también se precipita, interponiéndose entre Chance y el Provocador, haciendo retroceder a éste con una rápida mirada o gesto de advertencia. Nadie se da cuenta de la presencia del Provocador. Chance vuelve a ponerse de pie, ruborizado y riéndose. Bud y Scotty se ríen más que él. Chance recoge su silla y prosigue. Las risas cesan). Porque he vuelto a St. Cloud para sacarla de St. Cloud. Adónde la llevaré no es un sitio que esté en ninguna parte, sino al lugar que ocupa en mi corazón. (Ha sacado una cápsula rosa de su bolsillo, rápida y furtivamente, y la ha tragado con un sorbo de vodka). BUD.— Chance, ¿qué acabas de tomar? CHANCE.— Una vodka de cien grados. BUD.— Con ella te tragaste algo que sacaste de tu bolsillo. SCOTTY.— Parecía una pildorita rosa. CHANCE.— Oh, ja, ja. Sí, me tomé un estimulante. ¿Quieren uno? Tengo un montón. Siempre llevo conmigo. Cuando no te estás divirtiendo, te hace divertir. Cuando te estás divirtiendo, hace que te diviertas más. Tomen uno y compruébenlo. SCOTTY.— ¿No dañan el cerebro? CHANCE.— No, al contrario. Estimulan las células cerebrales. SCOTTY.— ¿No hace que tengas una mirada distinta, Chance? SEÑORITA LUCY.— A lo mejor eso es lo que advertí. (Como si quisiera cambiar el tema). Chance, quisiera que me dejaras en claro una duda. CHANCE.— ¿Qué duda, Lucy? SEÑORITA LUCY.— ¿Con quién viajas? Oí que te registraste aquí con una vieja y famosa estrella de cine. (Todos los miran… En cierta forma, ahora tiene lo que quiere. Es el centro de atracción: todos lo están mirando, aunque con hostilidad, recelo y un cruel sentido de la diversión). CHANCE.— Lucy, estoy viajando con la vicepresidenta y principal accionista del estudio cinematográfico que me acaba de contratar. SEÑORITA LUCY.— ¿No actuó una vez en cine y fue muy conocida? CHANCE.— Fue, sigue siendo y nunca dejará de ser una figura importante, legendaria en la industria cinematográfica, aquí y en todo el mundo, y ahora tengo un contrato personal con ella. SEÑORITA LUCY.— ¿Cómo se llama, Chance? CHANCE.— No quiere que se sepa su nombre. Como todas las grandes figuras mundialmente conocidas, no quiere ni necesita cierto tipo de atención pública y se niega a recibirlo. La privacidad es un lujo para las grandes estrellas. No me pregunten su nombre. La respeto demasiado para decir su nombre en esta mesa. Estoy obligado para con ella porque ha demostrado fe en mí. Me llevó un largo tiempo y duros esfuerzos encontrar la fe en mi talento que esta mujer me ha demostrado. Y me niego a traicionarla en esta mesa. (Su voz se eleva; ya está «duro»). " epdlp.com |