El esplendor de la señorita Brodie (fragmento)Muriel Spark
El esplendor de la señorita Brodie (fragmento)

"La Escuela Marcia Blaine para niñas era una escuela sin internado que había sido parcialmente fundada, a mediados del siglo XIX, por la acaudalada viuda de un encuadernador de Edimburgo. Antes de morir, había sido admiradora de Garibaldi. El retrato de esta señora de aspecto varonil colgaba en el gran vestíbulo de la escuela y, cada Día de la Fundadora, se le rendía homenaje depositando un ramo de flores perecederas, como crisantemos o dalias, en un florero colocado debajo del retrato, sobre un atril en que también reposaba una Biblia abierta con una frase subrayada con tinta roja: “Oh, dónde encontraré una mujer virtuosa, porque su precio está por encima del de los rubíes”.
Cada una de las niñas que perdían el tiempo bajo el árbol, hombro con hombro, apiñadas a causa de la cercanía de los chicos, era famosa por algún aspecto en concreto. Mónica Douglas, con dieciséis años cumplidos, era una monitora que tenía autoridad sobre otras alumnas, y era famosa, sobre todo, por las matemáticas, debido a su capacidad para resolver las operaciones mentalmente, aunque también por su irascibilidad, que, cuando se le desataba, la llevaba a repartir golpes a diestro y siniestro. Tenía la nariz muy roja, tanto en verano como en invierno, unas trenzas largas y negras y las piernas gordas como troncos. Desde que cumplió los dieciséis años, Mónica llevaba el panamá bastante más alzado de lo normal, encasquetado como si el sombrero fuera demasiado pequeño y como si supiese que resultaba grotesca de todas formas.
Rose Stanley era famosa por su aura sexual. Se colocaba el sombrero de forma bastante discreta sobre su pelo rubio y corto, aunque abollaba ambos lados de la copa.
Eunice Gardiner, pequeña pero bien proporcionada, famosa por su vigor gimnástico y por su elegancia al practicar la natación, llevaba el ala del sombrero alzada por delante y caída por detrás.
Sandy Stranger llevaba alzado todo el diámetro del ala de su sombrero, y tan echado hacia atrás que daba la impresión de que iba a volársele. Para que esto no sucediese, le había cosido una cinta elástica que se ajustaba por debajo de la barbilla. A veces, Sandy masticaba ese elástico y, cuando estaba ya demasiado mordido, le cosía uno nuevo. Aunque era conocida por sus ojos pequeños, casi inexistentes, era famosa por la manera como pronunciaba las vocales, una peculiaridad que, mucho tiempo atrás, embelesó a la señorita Brodie.
[...]
De repente se vio sorprendida por un rebrote de aquel originario descubrimiento, optimista y etéreo, de la sexualidad, una sensación generalizada que le resultaba imposible discernir si era física o mental: lo único que tenía claro era que le proporcionaba el deleite perdido e inocente de sus once años.
[...]
Sandy tuvo claro que, cuando había que elegir entre varias opciones, la más simple era siempre la mejor, y que la opción más conveniente habría de ser la que más se ajustase a lo que en ese preciso instante se trajera entre manos. Ese fue el principio que siguió cuando llegó el momento de traicionar a la señorita Brodie. "



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