El temblor del héroe (fragmento)Álvaro Pombo
El temblor del héroe (fragmento)

"Ahí queda la cosa de momento. Román no está dispuesto a reconocer esa noche que no solo siente curiosidad, sino que también siente que se halla al principio de los soleados días de la fianza, de la confianza. Una experiencia nueva para Román, en quien, como acaba de decir Eugenio, algunos han tenido confianza sin que Román les haya correspondido con una confianza recíproca. Ahora Román confía en Héctor y piensa, con un cierto regocijo juvenil, que toda confianza y toda fe es un riesgo que requiere coraje moral y fuerza anímica y hasta furor heroico. Se siente reanimado: por eso ha convidado a Eugenio y a Elena a cenar esta noche, confiado en la fianza de Héctor.
En parte están siendo cómicos, soleados sin duda, los días de la fianza. Bernardo es un personaje divertido, pero no risible ni, como le pareció en un principio, irritante. Es good company, como dicen los ingleses, en un sentido en que Héctor es demasiado joven para serlo. Esta comparativa entretiene a Román estos días. Definitivamente Bernardo es mejor compañía que Eugenio y Elena juntos, mejor incluso que Elena sola y mucho mejor que Héctor solo. Y también mejor compañía que Bernardo y Héctor juntos. Ahora que, súbitamente, en virtud de la fianza, Román dispone de varios interlocutores distintos entre sí, está regresando un poco, sonriente, a los tiempos en que daba clases y los alumnos eran interlocutores que iban y venían. Solo que entonces no había curiosidad, sino sentido de la responsabilidad y, en el fondo también, una sana indiferencia última por las vidas individuales de sus jóvenes interlocutores. Ahora todo es menos profuso, menos nítido, menos limpio -quizá- también, pero más jugoso. Curiosidad y confianza en la soleada fianza de estos absurdos días del Román jubilado.
Con una acentuación latina un tanto rebuscada, Bernardo acaba de recitar: «Domine, dilexi decoran domus tuae / et locum habitationis gloriae tuae». En este mes y pico que ha seguido al pago de la primera mensualidad y a la entrega del depósito, Román y Bernardo han intimado en un sentido que Héctor considera peculiar. Se ha creado entre estos dos -en opinión de Héctor- un ambiente que no acaba de ser característico de ninguno de los dos individualmente considerados.
Una como cordialidad fría. Una comunicación humorística, verbalmente rebuscada y repleta de sobrentendidos. Héctor no sale de su asombro. Está contento con la situación. Una situación que no desea controlar ni tampoco entender con demasiado detalle: le basta con vivir inmerso en ese ambiente relajado, humorístico y frío. Esto a Héctor le parece oxoniense, universitario, también de otra época. Héctor ha descubierto que no necesita tomar parte directa en un ambiente para sentirse a gusto. Héctor por ejemplo no bebe. Y sin embargo le gusta de vez en cuando irse al sur, a los chiringuitos de las playas del sur y estar ahí, con todos los demás, sin hacer nada en particular, solo envuelto por el oleaje oscurecido, el sorbo de la marejada en la arena pedregosa. No es como si se sentaran a hablar. Con la aparición de Bernardo han cambiado las costumbres, ya no se sientan a charlar Román y Héctor con la mesa de por medio. Algunos días Román y Bernardo bajan a tomar una cerveza. A veces les acompaña Héctor, a veces no. Bernardo le ha confesado que conversar con Román no es fácil del todo. Es -ha declarado Bernardo- como si Román no tuviera costumbre de hablar con sus iguales, solo con gente más joven que le escucha pero que rara vez le sorprende o le discute nada. Dice Bernardo que Román le recuerda a veces las fotos de Stephan George: la cabeza erguida y la mirada al frente. Como si estuviese en marcha hacia algún sitio y no estuviera del todo con nosotros y no nos escuchara. Bernardo asegura que Román tiene, sin darse cuenta, un aire falangista, impasible el ademán. Héctor no sabe si debe tomar estas descripciones de Bernardo del todo en serio. Desde que se instaló en el piso, Bernardo parece estar de excelente humor. Lo que Bernardo ha contado a Héctor es, una vez más, en parte, religioso o seudorreligioso y suena a ratos cómico, irreverente. Bernardo hace, en su conversación, uso literario de unos cuantos textos litúrgicos que repite siempre y que repite en latín. "



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