Yesterday (fragmento)Haruki Murakami
Yesterday (fragmento)

"Existen varios motivos por los que dejé de hablar kansai-ben al venir a Tokio. Hasta terminar el instituto siempre había hablado en kansai-ben, jamás había soltado una palabra en japonés tokiota. Pero al cabo de un mes de llegar a la capital me sorprendió darme cuenta de que me manejaba con fluidez y naturalidad en la nueva habla. Quizá se deba a que (sin ser yo consciente) siempre he tenido una personalidad camaleónica. O tal vez a que tengo buen oído para los idiomas. En cualquier caso, la gente de mi entorno no se creía que fuese oriundo de Kansai.
Otro motivo importante por el que dejé de hablar en kansai-ben fue que deseaba renacer bajo la forma de una persona diferente a la que había sido.
Cuando me admitieron en una universidad en Tokio y me subí al tren bala rumbo a la capital, consideré retrospectivamente mis dieciocho años de vida y no dejé de pensar en que realmente me avergonzaba de la mayor parte de las cosas que me habían sucedido. No pretendo exagerar. La verdad es que no eran más que hechos lamentables que prefería no recordar. Cuanto más pensaba en ello, más repulsión sentía hacia lo que yo era. Naturalmente, también guardo recuerdos maravillosos. No quiero decir que no haya vivido experiencias que evoque con orgullo, no. Admito que las he vivido. Pero en términos cuantitativos, las cosas que me abochornan, las que me dan ganas de llevarme las manos a la cabeza son, con diferencia, más numerosas. Si hago memoria, me doy cuenta de que mi manera de vivir y pensar hasta entonces era tan trivial y miserable que ni merece la pena comentarla. La mayor parte de mis vivencias eran trastos inservibles, anodinos y propios de alguien falto de imaginación. Quería juntarlos todos y arrumbarlos en el fondo de un gran cajón. O prenderles fuego y convertirlos en humo (aunque no sé qué clase de humo saldría). El caso es que deseaba hacer borrón y cuenta nueva y empezar otra vida, como otra persona, en Tokio. Quería experimentar las nuevas posibilidades que me ofrecía mi yo. Y desde mi punto de vista, abandonar el kansai-ben para adquirir esa nueva habla era una forma práctica (y al mismo tiempo, simbólica) de conseguirlo. Porque, a fin de cuentas, lo que hablamos nos conforma como seres humanos. Al menos eso creía yo a los dieciocho años.
—¿Vergüenza? ¿Qué te avergüenza? —me preguntó Kitaru.
—Pues todo.
—¿No te llevas bien con tu familia?
—No es que no me lleve bien. Pero siento vergüenza sólo de estar con ellos.
—¡Pues sí que eres un tipo raro! —exclamó Kitaru—. ¿A qué viene lo de sentir vergüenza en compañía de tu familia? Yo me lo paso bastante bien con ellos.
Me callé. No sabía cómo explicárselo. Aunque me preguntasen qué tiene de malo un Toyota Corolla color crema, no sabría qué responder. Lo que ocurría era que la calle delante de nuestra casa era angosta y a mis padres no les interesaba gastar dinero en las apariencias.
—Mis padres se me quejaban a diario porque apenas estudiaba, lo que es pesado, sí, pero también normal. Porque es su deber. Tienes que intentar ser tolerante.
—Tú sí que eres optimista —repuse sorprendido.
—¿Tienes novia? —preguntó Kitaru.
—Ahora no.
—¿Antes sí?
—Hasta hace poco.
—¿Rompisteis?
—Exacto —dije.
—¿Por qué?
—Es una historia muy larga y ahora no me apetece hablar de ello.
—¿Era una chica de Ashiya? —preguntó Kitaru.
—No, no era de Ashiya. Vivía en Shukugawa. Aunque está bastante cerca.
—¿Te dejó llegar hasta el final?
Yo negué con la cabeza.
—No, no me dejó.
—¿Y por eso rompisteis?
Reflexioné un instante.
—Digamos que eso también influyó.
—¿Te dejó llegar casi hasta el final?
—Sí, justo casi hasta el final.
—¿Hasta dónde, en concreto?
—No quiero hablar de ello —dije.
—¿Ésa es una de las cosas de las que, según tú, «te avergüenzas»?
—Sí —respondí. Era una de las cosas que prefería no recordar.
—¡Qué tipo tan complicado eres! —se admiró Kitaru.
Oí por primera vez aquella extraña letra del Yesterday que Kitaru cantaba en el baño de su casa en Den-en-chefu. (Ni la zona ni la vivienda eran tan humildes como él decía. Se trataba de una casa de lo más normal y corriente en una zona de lo más normal y corriente. Vieja, pero más grande que la mía en Ashiya. Lo que pasaba es que no tenía lujos. El coche de la familia, por cierto, era un Golf azul oscuro un modelo anterior al último.) Al llegar a su casa, lo primero que hizo mi amigo fue meterse en la bañera. Y una vez dentro, tardaba en salir. Así que me llevé un pequeño taburete al espacio contiguo que servía de vestuario y, allí sentado, hablé con él a través del hueco de la puerta. Si no me refugiaba allí, tendría que aguantar las monsergas de su madre (principalmente quejas interminables sobre el bicho raro de su hijo, que no se aplicaba en los estudios). Entonces fue cuando se puso a cantar para que lo oyera —eso lo supongo, pero no estoy seguro— aquella canción de letra absurda.
—Esa letra no tiene sentido —dije—. Suena como si te estuvieras burlando de la Yesterday original.
—No digas tonterías. Ni me burlo ni nada parecido. Además, aunque así fuera, a John siempre le gustó lo absurdo. ¿O no?
—El que compuso Yesterday fue Paul.
—¿Ah, sí?
—Seguro —afirmé—. Paul la escribió, entró en el estudio de grabación solo y la cantó a la guitarra. Luego le añadieron el acompañamiento del cuarteto de cuerda. El resto del grupo no participa para nada. Los otros tres consideraban que era una canción demasiado suave para los Beatles. Aunque en los créditos figura a nombre de Lennon McCartney.
—Mmm... No estoy al corriente de esa clase de curiosidades.
—No son curiosidades. Es un hecho de sobra conocido en todo el mundo —repuse. "



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