La novia del hereje (fragmento)Vicente Fidel López
La novia del hereje (fragmento)

"El subalterno acudió con presteza; sacó un libro grande y estropeado de una especie de alacenilla hecha en la meseta de la cámara, y tomando también un anteojo de larga vista se puso a observar.
En efecto: como a cuatro millas de la Isabel brillaban bajo los rayos del sol de la mañana, las blancas velas del Pelícano que se avanzaba hacia la costa del Nordeste con la impávida gallardía del ave de quien había tomado el nombre: hacía un momento que una serie perpendicular de banderas flameaba en su palo mayor.
Suttonhall tomó nota de los números a que ellas correspondían en su libro y después que los descifró dijo:
-Comandante: el almirante nos da orden de reunirnos, y anuncia que tiene una vela por la proa.
El golpe con que estas palabras cayeron sobre el corazón de Henderson paralizó por un instante sus latidos; y la palidez repentina que cubrió su rostro fue inmediatamente sucedida por el ardor de las mejillas y por latidos tumultuosos y violentos que le trabaron la respiración. Permaneció un momento indeciso sin poder fijar sus ideas; pero reponiéndose con voluntad, dijo sucesivamente:
-¡Largad la mayor!... ¡soltad los juanetes!... ¡izad la cangreja!... ¡La barra al viento! -Y la vivacidad con que el joven comandante dio estas órdenes, produjo sobre la tripulación un efecto completo.
Cuando las velas indicadas fueron sucesivamente cayendo de sus vergas y se tendieron al viento, la goleta apretó con más fuerza y más ruido sobre las aguas del mar.
El Pelícano bajó al instante sus señales, e izó sus juanetes poniéndose en la disposición elegante del buque que da la caza. Un cuarto de hora había pasado apenas desde que la Isabel volaba a toda vela, cuando ya pudo verse desde su cofa una nave que navegaba hacia el norte. Los buques del hereje eran demasiado veleros para que no ganasen a cada minuto un rápido camino sobre la nave que perseguían; y muy pronto la tuvieron cerca. Brilló entonces en el costado del Pelícano una luz viva y repentina como la del rayo: una esfera de humo blanco como la espuma rodó sobre la superficie del mar, abriéndose al instante en círculos concéntricos, y los ecos del espacio repitieron el solemne estampido del cañón.
Pasaron unos segundos sin que se notase el efecto de este lenguaje inventado por la audacia del hombre. Pero la precipitación con que el barco perseguido se cubrió de trapo, echando hasta sus alas y arrastraderas reveló bien claro que quería probar la fuerza de sus talones antes de resignarse al riesgo desconocido que le amagaba.
Al verlo tentar así la fuga, el Pelícano y la Isabel echaron sus alas a la vez como si hubiesen obedecido a la misma voz; y unos minutos después los cañones del Pelícano repetían a menor distancia la misma orden, acompañándola con una misiva de hierro que fue brincando sobre la superficie del mar a pasar muy cerca del fugitivo.
Por lo que hace a esta vez, parece que el cañón del más fuerte habló con su persuasión ordinaria; pues la nave perseguida aflojó a un tiempo todas las cuerdas de sus vergas; sus velas comenzaron a ondear contra los palos, y la presteza de su movimiento fue apocándose gradualmente hasta morir. Como en aquel tiempo ningún barco que no fuera español navegaba aquellos mares, era evidente que Drake había hecho una nueva presa, y que don Felipe había ya encontrado la nave en que debía regresar con su familia a la tierra española.
El Pelícano y la Isabel vinieron a detener su marcha como a cien varas del galeón español: dos lanchas llenas de gente se desprendieron del primero y abordaron la presa que era en efecto un inofensivo galeón de trasportes.
Desde que Henderson concluyó con los deberes oficiales que le habían retenido sobre cubierta hizo saber a las señoras que deseaba hablarlas.
Bajó a la cámara en consecuencia, y con un tono moderado que ocultaba apenas la tristeza de su alma dijo dirigiéndose a doña Mencía, que según las órdenes que el Almirante le tenía trasmitidas debían prepararse las señoras para ser trasbordadas al galeón, que acababan de encontrar, en el cual seguirían su viaje hasta alguno de los puertos de la costa, bajo un salvo conducto que les daría el mismo Drake. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com