La loca de la guardia (fragmento)Vicente Fidel López
La loca de la guardia (fragmento)

"Feliz había sido madama M... en ser detenida antes de llegar a Valparaíso; porque no puede darse situación más desastrosa y lamentable que la que les cupo a las desventuradas familias que, huyendo de un mal imaginario, buscaron una salvación ilusoria en Valparaíso, contando con que lograrían reunirse con los suyos en Concepción y en Talcahuano.
Seguidos de cerca por el batallón de cazadores y por las dos compañías de granaderos a caballo, los prófugos que más se habían adelantado llegaron al puerto. Pero, muchísimos otros, detenidos por el cansancio y por la falta de medios para proseguir, cayeron, a poco de andar, en poder de los patriotas; y fueron remitidos a Santiago, donde no tardaron en ser puestos en libertad y en volver a sus respectivas casas.
Marco del Pont tuvo miedo de huir incorporado a sus amigos y satélites. Creyendo que era mucho más acertado y más seguro separarse del convoy y dirigirse a San Antonio, fue sentido, cercado y tomado por las partidas que se habían formado en la hacienda de las Tablas. Remitido al general San Martín, fue destinado a la provincia de San Luis, donde quedó confinado y oscuro para el resto de su vida.
Los otros grupos, compuestos de hombres, mujeres, niños y soldados, todos revueltos, alcanzaron a entrar en Valparaíso; pero a la vez que los patriotas, presos desde antes en algunos de los buques realistas, se sublevaban en ellos, se hizo imposible también obtener el menor orden para hacer el embarque en los otros. Las tripulaciones, tan anarquizadas como los fugitivos, hicieron lo que quisieron al impulso de la alarma y del pánico general. La confusión fue tal, que en vez de hacerse a la vela para el sur, los marinos creyeron que no había salvación sino yéndose a Lima; y se llevaron toda aquella multitud completamente desprovista de preparativos para este viaje, y de medios para vivir allá, donde no tenían deudos o relaciones que los recibieran.
A eso de las nueve de la noche llegaba a Santiago el escuadrón del coronel N... conduciendo una larga comitiva de prisioneros y de prófugos, que tomados y detenidos por las diversas partidas y fuerzas que recorrían el país, había ido reuniendo en el camino.
Conociendo él la catástrofe que dejaba a madama M... sin la habitación con que ella contaba, se acercó a su calesa y le dijo:
-Señora, ¿dónde quiere usted que se la conduzca?
-Pues qué -dijo ella con sorpresa- ¿me tratarán ustedes como prisionera de guerra?
-¡De ningún modo, señora!
-Pues entonces que me lleven a mi casa: calle de la Bandera, última cuadra, al tocar en la Cañada.
-Es, señora, que voy a tener el dolor de darle a usted una triste noticia.
-¿Qué triste noticia puede darme usted, coronel? Todo lo que me interesa está aquí conmigo... No tengo más familia... ¡Ah! ¿Habrán tomado o muerto a M...? Y aun en este caso, no habría razón para privarme de ir a mi casa. ¿Sabe usted algo de M... coronel?
-Nada, señora; y no creo que le haya sucedido desgracia alguna; pues yo ya lo sabría.
-¿Y entonces?... Diga usted. ¡Yo puedo saberlo todo sin desesperarme, coronel!
-Pues bien, señora; el populacho ha saqueado la casa de usted antes que entraran nuestras tropas. Todo ha sido despedazado, robado, y la casa misma está en ruinas, fue incendiada.
Madama M... hizo un gesto de enojo; pero reponiéndose al instante, dijo con desprecio:
-¿Y eso es todo, coronel?
-Lo bastante al menos, señora, para que yo quisiera saber de usted a dónde quiere usted que se la conduzca... ¿Alguna casa amiga?...
-Déjeme usted pensar un momento, porque en estos casos no conviene aterrar o incomodar a los amigos.
-Si usted gusta, yo procuraré encontrar...
-No, coronel; le doy a usted las gracias, y cuento con su amistad para después, ¿no es cierto?
-¡Y para siempre, señora!
-¿Cree usted que de aquí puedo ir sin peligro al alojamiento que quiero tomar?
-Sí, señora... y en todo caso, irán dos soldados acompañando a la calesa.
-¡Mariana! -dijo la señora- Bájate tú, y que la calesa te siga a la casa de Tomasa, de doña Sinforosa: pasaremos allí la noche, y mañana veremos cómo arreglarnos. ¡No te aflijas, hija! Estos son contrastes pasajeros de la vida, ¡Unos días más y todo se repara! Coronel, está todo arreglado: que la calesa siga a esta muchacha... ¡Adiós, coronel! Le quedo a usted sumamente agradecida.
-¡Permítame usted dos palabras, señora! Serán más serias y sinceras de lo que usted podrá creer en este momento. Después de haber visto a usted, mi espíritu queda profundamente perturbado. "



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