Introducción a la historia silense (fragmento)Manuel Gómez-Moreno
Introducción a la historia silense (fragmento)

"En efecto, dos condes de Recaredo, príncipe, que uno se llamaba Granista y el otro Vildigerio, sin duda eran nobles por su linaje y bienes; mas por costumbres e índole, profanos. Porque de cierto los había corrompido en la herejía un obispo, de nombre Atalogo, sin duda instrumento de los arrianos, que movido de instinto diabólico, en Narbona, eximia ciudad, excitó gran sedición contra la fe católica. Estos condes, secundando por ventura los consejos de dicho Atalogo, introdujeron multitud grandísima de francos en la provincia Narbonense, dando por seguro que mantendrían el partido de los arrianos con la protección de tantos militares; y, a ser posible, hasta privarían del reino a Recaredo, serenísimo príncipe. Entre tanto, vagando acá y allá, hicieron gran estrago, vertiendo sangre de los siervos de Cristo. Cuando Recaredo lo supo, manda a Claudio, valentísimo duque de la ciudad de Mérida, que se apresure a vengar la sangre inocente. Dicho Claudio, pues, cumpliendo en breve el mandato real, con gran ímpetu acomete a los francos; luego, peleando atrozmente, castiga con espada casi a sesenta mil de ellos; al cabo, los francos, turbados por el castigo divino, mientras daban asaltos contra la fe católica con arrogante cerviz, perdieron a la par ambas vidas. Por fin, echando a huir la parte que había podido escapar de manos del enemigo, y siguiendo tras ellos los godos hasta los confines de su reino, fue destrozada.
No menos, en tiempo de Bamba, gloriosísimo rey, la ferocidad de los francos reconócese postrada. Pues como cierto Pablo, a quien Bamba, rey, había confiado la dirección de la provincia Narbonense, creciese en soberbia con deseo de mandar, en forma que, siéndole impuesta diadema, le llamasen rey, confiado en el auxilio de los francos, se rebeló en Nimes. Por consiguiente, llevando esta injuria con impaciencia el rey español, avanza cuanto antes sobre Nimes con la caballería escogida con que estaba en una expedición; al cabo, dispersos y fugitivos los francos, pone sitio a la ciudad, y tomada la destruyó, en parte, hasta el suelo; mas aún llevando preso al mismo Pablo, una vez sometida a su dominio la provincia Narbonense, alegre vuelve a Toledo. Escritas se hallan estas cosas en el libro del bienaventurado Isidoro, que, entre otros catorce dados a luz por él sobre las hazañas de vándalos, suevos y godos, diligentemente compuso.
También los reyes hispanos, desde el Ródano, máximo río de los galos, hasta el mar que separa a Europa de África, seis provincias gobernaron católicamente, a saber: Narbonense, Tarraconense, Bética, Lusitania, Cartaginense y Calecía; sometieron además bajo su dominio la provincia de Tingitania, sita en los últimos confines de África. Por fin, cuando
la divina providencia, viendo que Vitiza, rey de los godos, se agazapaba largo tiempo entre los cristícolas como lobo entre ovejas, para que todo linaje no se manchase otra vez en el antiguo revolcadero, al modo que en tiempos de Noé, permitió que, como el diluvio la tierra, gentes bárbaras ocupasen toda España, preservados pocos cristianos. Pero después de condolerme por la ruina de la patria, y como hubiese ido demasiado lejos tocando depravadas costumbres de reyes, el asunto mismo incítame a volver al principio. "



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