Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia (fragmento)Henri Bergson
Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia (fragmento)

"Cuando sigo con los ojos, en la esfera de un reloj, el movimiento de la aguja que corresponde a las oscilaciones del péndulo, no mido duración, como parece creerse; me limito a contar simultaneidades, cosa que es muy diferente. Fuera de mi, en el espacio, no hay nunca más que una única posición de la aguja y del péndulo, pues de las posiciones pasadas no queda nada. Dentro de mí se realiza un proceso de organización o de penetración mutua de los hechos de conciencia, que constituye la duración verdadera. Es porque yo duro de esta manera por lo que me represento lo que llamo las oscilaciones pasadas del péndulo, al mismo tiempo que percibo la oscilación actual. Ahora bien, suprimamos por un instante el yo que piensa esas oscilaciones sucesivas; no habría nunca más que una sola oscilación del péndulo, incluso una sola posición de ese péndulo y, en consecuencia, ninguna duración. Suprimamos, por otra parte, el péndulo y sus oscilaciones; ya no habrá más que la duración heterogénea del yo, sin momentos exteriores unos a otros, sin relación con el numero. Así, en nuestro yo hay sucesión sin exterioridad recíproca; fuera del yo, exterioridad recíproca sin sucesión: exterioridad recíproca, puesto que la oscilación presente es radicalmente distinta de la oscilación anterior que ya no es; pero ausencia de sucesión, puesto que la sucesión existe solamente para un espectador consciente que rememora el pasado y yuxtapone las dos oscilaciones o sus símbolos en un espacio auxiliar. Ahora bien, entre esa sucesión sin exterioridad y esta exterioridad sin sucesión se produce una especie de intercambio, bastante análogo al que los físicos llaman un fenómeno de endósmosis. Como las fases sucesivas de nuestra vida consciente, que se penetran sin embargo unas a otras, corresponden cada una a una oscilación del péndulo que les es simultanea; y como, por otra parte, esas oscilaciones son netamente distintas, puesto que una ya no es cuando otra se produce, contraemos el habito de establecer la misma distinción entre los momentos sucesivos de nuestra vida consciente: las oscilaciones de la péndola la descomponen, por así decirlo, en partes exteriores unas a otras. De ahí la idea errónea de una duración interna homogénea, análoga al espacio, cuyos momentos idénticos se seguirían sin penetrarse. Pero, por otra parte, las oscilaciones pendulares, que no son distintas más que porque una se ha desvanecido cuando aparece la otra, se aprovechan de algún modo de la influencia que han tenido así en
nuestra vida consciente. Gracias al recuerdo que nuestra
conciencia ha organizado de su conjunto, se conservan y, luego, se alinean: en suma, creamos para ellas una cuarta dimensión del espacio, que llamamos el tiempo homogéneo y que permite al movimiento pendular, aunque se produzca aquí, yuxtaponerse indefinidamente a sí mismo. Si intentamos ahora, en este proceso tan complejo, evaluar exactamente lo real y lo imaginario, he aquí lo que encontramos. Hay un espacio real, sin duración, pero en el que aparecen y desaparecen fenómenos simultáneamente con nuestros estados de conciencia.
Hay una duración real, cuyos momentos heterogéneos se penetran, pero cada momento de la cual puede unirse a un estado del mundo exterior que le es contemporáneo y separarse de otros momentos por efecto de esta misma unión. De la comparación de estas dos realidades nace una representación simbólica de la duración, sacada del espacio. La duración cobra así la forma ilusoria de un medio homogéneo, y el nexo entre esos dos términos, espacio y duración, es la simultaneidad, que cabría definir como la intersección del tiempo con el espacio. "



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