La carta de Newton (fragmento) "Naturalmente me quedé estupefacto, pero experimenté también un bien conocido estremecimiento de temor y una indignación no del todo desagradable. Era como el momento, en el juego de la gallina ciega, en una fiesta infantil, cuando, acalorado y trémulo, con los nervios a flor de piel, le quitas a otro la venda que le tapa los ojos, para darte cuenta de que la cálida y temblorosa presa que has cogido en tus brazos no es esa niña de los rizos morenos y el corpiño atractivamente ajustado, cuyo nombre no pudiste oír bien, sino un chico gordo, o tu hermana mayor desternillándose de risa, o simplemente uno de los brazos, llenos de manchas y pecas, de la tía Hilda. O una mujer de edad madura, enfáticamente casada, con las manos propias de su edad, arrugas alrededor de los ojos y el leve esbozo de un bigote, que no me había dirigido más de veinte palabras y que me miraba como si fuera, si no transparente, al menos traslúcido. Y ahí estaba todo, todo exactamente igual, sentado en la cama conmigo, todavía con sus ropajes de fiesta y con una sonrisa descarada: amor. Se reveló entonces el secreto de los meses pasados. Me podía ver a mí mismo aquel primer día a la entrada del pabellón, ofreciéndole a Charlotte el alquiler de un mes, dando traspiés al bajar la pendiente de hierba que conducía al invernadero, sentado en su cocina a la luz del sol, observando las sombras de las hojas moviéndose alrededor de su mano. Yo era como un artista que comprobaba con deleite el plan de un trabajo que ha llegado inesperadamente a sus manos, completo, con todos los detalles, tocando suavemente, aquí y allí, la maravillosa y todavía húmeda creación, con los suaves dedos de su imaginación. Ottilie era sólo un esbozo, en el oboe, del tema mayor que estaba por venir, Edward el cómico alivio y el desgalichado villano de la pieza, Michael todavía un Cupido cuyas sutiles intenciones había, no obstante, subestimado. Hasta el ininterrumpido buen tiempo del verano era parte de la trama. " epdlp.com |